La balanza del miedo
5 gener 2021 | Categories: canvi social, debat polític, denúncia, desigualtat, filosofíes del canvi, justícia, mobilitzacions, moviments socials, pobresa, Portada, repressió |

Enrique Seijas. ATTAC Acordem
A lo largo de la historia, distintos factores han determinado los cambios que han ido experimentando las sociedades. Así, la escasez alimentaria, la evolución técnica y científica, la transformación de la economía, etc. han creado las condiciones para que se planteara la necesidad del cambio social y político que alterara las relaciones de poder. Solo a título de ejemplo, podemos mencionar las “seccesioplebis” en la antigua Roma que permitieron obtener a las clases plebeyas algunos privilegios, mediante la amenaza de la huelga y que gracias una de estas acciones, la seccesio Aventina, en el año 287 a.C. (retirada al monte Aventino), las decisiones tomadas por la Asamblea de la Plebe adquirieron rango de Ley.
Otros movimientos populares se han producido a lo largo de la historia, contribuyendo a transformar sus sociedades, baste citar Stonewall y la lucha por los derechos de la comunidad LGBTI, a Luther King y la lucha por los derechos civiles, la Primavera de Praga o la revuelta de la Plaza de Tiananmen y la lucha por la democracia, la revuelta de Soweto por la igualdad racial, Gandhi y la lucha por la independencia de la India, el movimiento sufragista a favor del voto de las mujeres, la Revolución Francesa y tantos otros que, a menudo, alteraron las relaciones de poder entre dominantes y dominados. La desaparición de la esclavitud, de la servidumbre y el paso de súbdito a ciudadano, la libertad sexual y el avance de la igualdad entre hombres y mujeres son prueba de ello
Pero en todos los casos, ha jugado un papel importante un factor emocional: el miedo. Porque las relaciones establecidas entre las clases dominantes y las clases dominadas siempre han estado sujetas a la utilización del miedo como instrumento de coerción para conseguir el sometimiento de los unos a los otros.
Solo cuando los dominados llegan al convencimiento colectivo de que es peor continuar sojuzgados que exponerse a la represión por parte del poder, se han producido intentos de cambio real. Es el momento en que aparece una relación de temor de doble sentido, ya que el miedo se traslada a la clase dominante ante la acción concertada y masiva de los dominados, que puede modificar o invertir la relación de poder existente. Es el momento en el que la clase dominante puede ceder parte de sus derechos y privilegios, aunque mantenga la esperanza de recuperarlos más adelante. Es el momento en que la balanza del miedo puede inclinarse hacia un lado o hacia el otro.
Hasta el triunfo de la Revolución francesa y la mercantilización del trabajo, el miedo entre las clases dominadas se debía a la opresión del amo, a la miseria, al hambre, a la enfermedad y a la muerte, pero a partir de ese hito histórico, nuevos miedos condicionan la protesta en nuestras sociedades.
Lo ocurrido en esta última etapa histórica, se puede sintetizar en lo siguiente:
- Surge una nueva forma de miedo, ya que la mayoría de las personas, perdida su autonomía laboral con la llegada de la revolución industrial, perdido su conocimiento de la sociedad y de la naturaleza a causa del desarrollo científico-técnico y los procesos de urbanización y reducidas a la condición de pura fuerza de trabajo a la búsqueda de comprador, se ven atemorizadas por la imposibilidad de garantizar su supervivencia. Es el miedo al azar derivado de las relaciones mercantiles a las que nos somete el trabajo por cuenta ajena.
- La aparición de las llamadas clases medias a lo largo del siglo XX y del desarrollo de la sociedad de consumo ha permitido que capas cada vez más amplias de la sociedad accedan a diferentes formas de propiedad (vivienda, coche, ahorros, etc.) a costa de identificarse con los valores, objetivos y necesidades de la clase dominante. Con ello surge un nuevo miedo, el miedo a la pérdida de la propiedad y del estatus social y en la mayoría de los casos, debido a la identificación con la clase dominante, el miedo a la pérdida del propio yo, de la dignidad y el reconocimiento social.
- El concepto de libertad se ha circunscrito al ámbito económico. Las ideas de fraternidad e igualdad, que hubieran podido asegurar el apoyo mutuo ante la adversidad, no han llegado a tener un desarrollo efectivo. El déficit de igualdad y fraternidad se ha ocultado bajo la máscara de la democracia formal. Los ideales de la Revolución Francesa siguen siendo un objetivo por conquistar.
- El desarrollo de la sociedad del bienestar ha permitido amortiguar, en parte, esos miedos, mediante una mejor distribución de la riqueza, creando seguros sanitarios, de paro, sistemas de pensiones, enseñanza gratuita, etc. que protegen a los individuos ante el infortunio, la vejez y las exigencias del mercado laboral, fomentando la ilusión de una mayor libertad.
- Pero la pertenencia a las clases medias y a la sociedad consumista ha aumentado nuestra dependencia de los avatares del mercado de trabajo, con el agravante de que, si bien antes podíamos personificar el origen de las amenazas en el señor feudal, el amo o el patrón, ahora esa personificación se vuelve imposible, porque no tienen nombre ni rostro conocido y, por lo tanto, la lucha por la liberación se vuelve mas incierta.
- Otro factor de inseguridad y por lo tanto de miedo, se debe a la sensación de fin de etapa, a la crisis del modelo económico y al hundimiento del paradigma cultural de la burguesía, que ha socavado la credibilidad de las instituciones y de la élite dirigente. Es el miedo al vacío ante la creencia de que no hay alternativa y la reaparición de propuestas reaccionarias (el líder fuerte) o simplemente fatalistas (Dios lo quiere, me lo he merecido -pecado-, sufro aquí para gozar después -paraíso- no vale la pena hacer nada -despolitización-, etc. Temor que surge de la manipulación de la historia como conocimiento del pasado y como falseamiento del presente, de la historia como mentira.
- El miedo ha sido utilizado para dividir a la sociedad y debilitar cualquier posibilidad de reacción colectiva ante el poder. Ese miedo nacido de la división entre el los que son iguales pero parecen diferentes (trabajadores de diferentes orígenes), se ha convertido en miedo entre las diferentes clases sociales, porque de la distribución desigual de la riqueza surge el miedo a los pobres -aporofobia- que potencialmente constituyen un agente expropiador del que, sin embargo, no pueden prescindir porque son el origen y el sostén de su riqueza.
- Vemos pues, como la relación de poder en la sociedad actual se sustenta sobre un amplio abanico de miedos, sobre un equilibrio de miedos: desde el miedo físico a la agresión, el miedo al otro, a la exclusión, a nuestra propia incapacidad, a la pérdida del estatus social, a la perdida de la propiedad, de la autonomía personal, a la dependencia y al aislamiento, para unos y a la pérdida del poder y de la riqueza por otros.
Vivimos en sociedades atemorizadas que nos invitan a renunciar fácilmente a espacios crecientes de nuestra libertad.
El dilema dentro del sistema capitalista se plantea en torno a cuál de las dos opciones siguientes le permite obtener mayores beneficios:
1) Construir una sociedad integradora, basada en una distribución más equitativa de la riqueza, garantizando a todas las personas un nivel de vida digno y suficiente mediante la extensión de las políticas sociales, de la igualdad de oportunidades y del acceso universal a la cultura, que ideológicamente se suele justificar como la construcción de un proyecto colectivo (nacionalismo, europeísmo, patria, sentimiento de pertenencia cultural, etc.) por una parte y en el incremento de los mecanismos de participación, los derechos sociales, el respeto a la naturaleza y la lucha contra el cambio climático y la contaminación por otra.
2) Construir una sociedad basada en un incremento directo de la tasa de explotación, mediante la reducción de salarios y el desmantelamiento de las políticas sociales, que utilice el miedo para evitar que la confrontación social obligue a realizar políticas que reduzcan los beneficios empresariales. Esta solución, se justificaría ideológicamente recurriendo a la falta de alternativas y su principal problema consiste en que el miedo, como factor de control social, actúa en dos direcciones: las clases trabajadoras temen perder lo poco que tienen o creen tener y las clases poseedoras temen que la distribución desigual de la riqueza provoque revueltas sociales que acaben poniendo en riesgo sus propiedades o su seguridad personal.
El neoliberalismo decadente ha optado por esta última solución y ha puesto todo su aparato ideológico a su servicio, consciente de la necesidad de evitar que las clases trabajadoras superen su miedo, porque podría enfrentarse a nuevas situaciones revolucionarias (15 M, occupy wall Street, revueltas del mundo árabe, etc.)
Europa también tiene que optar entre imponer un gobierno tecnocrático al servicio del capital financiero (Organismos internacionales, BCE, Comisión, Consejo etc.) apoyado en la represión y el control de las masas mediante la burocracia, la violencia jurídico-policial y la restricción de las libertades o la superación del miedo, un nuevo reparto del poder y de la riqueza y la generalización de mecanismos de democracia real, que posibiliten la participación masiva de los ciudadanos en el debate político y en la toma de decisiones, en la gestión de la economía y en la producción de cultura.
En esas estamos.
ATTAC Acordem no s’identifica necessàriament amb els continguts publicats, excepte quan són signats per la pròpia organització.