El sistema desnudo
19 març 2020 | Categories: crisi, Democràcia, filosofíes del canvi, Internacional, mobilitzacions, Opinió |

Enrique Seijas. ATTAC Acordem
A mediados de diciembre del 2019, un médico chino alerto a las autoridades de ese país, sobre la aparición de un nuevo virus con capacidad para infectar a los seres humanos. La reacción de las autoridades fue inmediata, había que preservar el sistema económico y la estructura de poder y el médico delator fue detenido por alarmista. Un mes después, moría en el hospital en el que trabajaba, víctima de la enfermedad que él mismo había puesto al descubierto.
El Estado chino, capitalista y de partido único, no fue capaz de reaccionar con la rapidez que el asunto requería y mes y medio después, el 25 de Enero de 2020, con motivo del año nuevo chino, se inició un corto periodo de vacaciones y se autorizó la salida del país de millones de personas que se dispersaron por todo el mundo para hacer turismo.
Por esas fechas, los medios informativos internacionales, ya estaban informando sobre el alcance y las consecuencias previsibles de la epidemia declarada en China. Sin embargo, el 21 de febrero se registró el primer caso de infección por coronavirus cerca de Nápoles y la epidemia se extendió rápidamente por todo el norte de Italia, convirtiéndose en el país con mayor número de enfermos tras China. A partir de ahí, la epidemia siguió extendiéndose con gran rapidez por toda Europa.
Hoy ya podemos constatar que el mundo no estaba preparado para hacer frente a una situación como esta porque, una vez más e igual que hizo China, se antepuso preservar el sistema económico y la estructura de poder -elecciones en Hamburgo, Emilia-Romaña, Irlanda, Eslovaquia, Polonia, referéndum constitucional en Italia, locales en Francia, autonómicas en Galicia y País Vasco, consolidación de las nuevas élites en la UE, en el Reino Unido, España, etc.- y no convenía crear alarma, pero también podemos constatar que nadie tomó las medidas de contención necesarias para hacerle frente antes de que resultara incontrolable. Se han roto stocks de equipos clínicos de aislamiento, de mascarillas, de test de detección, etc. Se informó tarde y precipitadamente a la población, con lo que han sido inevitables los actos histéricos de acumulación de víveres, papel higiénico, guantes, gel hidroalcoholico, cosas todas ellas que se podían prever. Pero, sobre todo, se han hecho evidentes las consecuencias nefastas de las políticas económicas, aplicadas durante los últimos 40 años, de descapitalización de los servicios públicos, de desmantelamiento de la protección social, de reducción salarial y paralelamente, de reducción de impuestos sobre los beneficios empresariales, financieros y rentas y de desmantelamiento de los mecanismos de control a las empresas, bancos y mercados financieros.
El Sistema Sanitario carece de los médicos, enfermeras, técnicos, camas y material de aislamiento suficientes para poder atender las necesidades que la epidemia plantea y la privatización de una parte importante de los hospitales y CAPs se ha traducido en descoordinación, discriminación de pacientes y dificultades para utilizar toda la capacidad hospitalaria en el tratamiento de la enfermedad. La inexistencia de un sistema logístico coordinado de producción y distribución se ha traducido en la falta de medios en algunos centros hospitalarios y establecimientos de atención al público, mientras se especulaba con ellos a través de la red.
Las residencias de ancianos, privadas o de gestión privada casi en su totalidad, registran el mayor número de fallecimientos y no solo porque los residentes sean en su mayoría personas de riesgo, sino porque el ratio residente/empleado es absolutamente insuficiente y el control de calidad del servicio que se da en ellas, inexistente en todos los casos.
La inexistencia de una Banca pública potente dificulta la puesta en marcha de las medidas económicas necesarias para dotar de liquidez al sistema cuando más lo necesita y un sistema fiscal reaccionario, basado en gran medida en los impuestos indirectos y escasamente progresivos, impide que el Estado disponga de los medios financieros que precisa.
La crisis provocada por la pandemia del COVID 19 ha tenido como consecuencia colateral, la paralización de todos los movimientos sociales y de las reivindicaciones que impulsan, a la vez que ha puesto a la vista de todo el que quiera verlo, las debilidades del sistema neoliberal. Ahora, cuando el negocio se paraliza, el mundo financiero y empresarial vuelve sus ojos al tan denostado papá Estado, para que ponga el dinero que ellos no aportaron cuando se negaban a pagar impuestos, y volveremos a ser la mayoría compuesta por los asalariados, pequeños comerciantes, pequeños industriales y trabajadores autónomos los que, antes o después, paguemos la factura.
Pero todo esto pasará y si somos capaces de explicar por qué el actual sistema político económico ha fracasado y cuáles son los objetivos que debemos alcanzar, si somos capaces de volver a movilizar a nuestra sociedad -sin distraernos con otros asuntos que algunos querrán vendernos como más importantes- dispondremos de una oportunidad única para empezar a cambiar las cosas. Es necesario, desde este mismo instante, empezar a preparar el día de “después de”