Suposiciones para una confluencia por el cambio

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Javier Echeverría Zabalza, ATTAC  Navarra-Nafarroa/ Iñaki Arzoz Carasusan, 15M Pamplona-Iruña

Supongamos que, al revés de lo que acostumbramos, hacemos preguntas en lugar de respuestas, nos planteamos suposiciones en lugar de repetir tópicos, reflexionamos entre todas en lugar de dejar esa tarea a los “expertos”.

Por ejemplo, supongamos que esta crisis sistémica tiene que ver con una dificultad cada vez mayor del sistema socioeconómico capitalista para obtener una tasa de beneficio suficiente para subsistir. Ya sabemos de antemano (esto no lo suponemos) que necesita imperiosamente un crecimiento económico exponencial y la obtención del máximo beneficio, principios rectores de este sistema. Supongamos igualmente que esa dificultad creciente de beneficio en la economía productiva tiene relación directa con el aumento de la competencia a nivel global y con los cada vez mayores límites del crecimiento que ya pronosticara el Club de Roma a primeros de los años 70 del siglo pasado.

Supongamos que el “pico del petróleo” (momento en que la producción de petróleo llega a su cenit y empieza su declive) ya lo hemos pasado y que esa fuente de energía cada vez será más escasa, más difícil de extraer y, por tanto, más cara. Tengamos en cuenta que las energías fósiles (carbón, gas y sobre todo petróleo) suponen aproximadamente el 80% del consumo de la energía primaria mundial, siendo el petróleo el rey.

Supongamos igualmente que el cambio climático, la contaminación del aire, agua, tierra…, la pérdida de biodiversidad, la escasez creciente de recursos minerales básicos, la alarmante disminución de pesquerías, bosques, tierras fértiles…, la crisis alimentaria, la imposibilidad de regeneración del planeta si seguimos con la dinámica actual…; supongamos, decimos, que todo eso sea una realidad y no una invención de algunos alarmistas.

Supongamos que para que perviva este sistema el crecimiento económico tiene que ser de al menos un 2% anual de promedio (en estos momentos, a pesar de la crisis, tenemos un crecimiento medio mundial del 3,3%). Supongamos que el compañero de Attac Antonio Turiel tiene razón cuando dice que con un 2,8% de crecimiento promedio las cosas se duplican cada 25 años, se cuadruplican cada 50 y se multiplican por 16 cada 100 años. Y parece que la tiene, puesto que el profesor Vicenç Navarro acaba de publicar que desde 1900 hasta ahora, el PIB ha crecido en España ¡24 veces! Pensemos en la irracionalidad que supone, si siguen las actuales pautas de crecimiento, que dentro de 50 años (vivirán muchos niños y jóvenes actuales) exista una sociedad con 4 veces más casas, coches, consumo de petróleo, infraestructuras… o con 16 veces más de todo dentro de 100 (un instante histórico).

Supongamos que, debido a las dificultades crecientes para conseguir una tasa de beneficio suficiente, el capital necesita aumentar cada vez más las desigualdades sociales y territoriales, que la locura de la especulación y el dominio prácticamente total del capital especulativo actual se debe en gran parte a que, en las condiciones actuales, la especulación es la forma fundamental de acumulación de capital ante las dificultades de hacerlo en la economía productiva.

Supongamos que la crisis en que nos encontramos no es una crisis profunda más, sino que tiene que ver con todo lo anterior. Que, por tanto, una salida keynesiana de puro fomento del crecimiento económico tal como tuvo lugar en la crisis de 1.929 nos llevaría irremediablemente a un desastre de proporciones inimaginables, y esa hecatombe “se la estaríamos preparando” a nuestros hijos y nietos. Supongamos, en la misma línea, que las propuestas socialdemócratas y reformistas no son posibles hoy desde un punto de vista humano, ecológico y ni siquiera económico a medio plazo. Supongamos que el desempleo masivo no tiene solución con los actuales parámetros económicos y laborales, y que para que podamos vivir dignamente todas las personas no hay más remedio que repartir el trabajo y la riqueza, y organizar otra forma de producir, distribuir, consumir y vivir.

Supongamos que la democracia es sólo una máscara sin contenido, un engaño, y que la manipulación, represión y autoritarismo irán creciendo cada vez más para contener (y machacar, si es necesario) la posible rebelión de la gente (esto es un deseo) ante el creciente expolio de derechos económicos y sociales que vamos a seguir sufriendo.

Supongamos que la mayoría de las fuerzas políticas y sindicales todavía están más orientadas a crecer en las próximas elecciones que a afrontar un problema histórico y global como el que podemos estar viviendo; que sus discursos sobre la unidad para un cambio social profundo todavía están basados más en convenciones y conveniencias que en convicciones, de manera que no existe voluntad suficiente como para arriesgar un poco y lanzarse a la imprescindible tarea de fomentar la participación y empoderamiento de la gente y a la construcción de una alternativa política desde abajo. La construcción de un programa consensuado entre diferentes no es el mayor problema. En Navarra existe ya una base de partida suficientemente bien enfocada, abierta y con fuerza. Lo que falta es decisión. Y supongamos que la gran mayoría de la población tiene miedo, siente impotencia y no ve ninguna referencia organizativa que le haga abandonar la resignación y pasar del cambio interno individual que se está produciendo a la acción colectiva, única forma de suscitar un poco de esperanza.

Supongamos que aprendemos de la historia y nos damos cuenta de que ha habido muchas épocas enormemente difíciles (esclavismo, feudalismo, colonialismo, imperialismo, dictaduras criminales…) que han sido superadas con la lucha generosa y persistente de la población organizada. Podemos, si queremos. ¡Debemos! Hace falta voluntad y generosidad por parte de todas.

Supongamos que nos empezamos a creer algunas de las suposiciones anteriores, nos plantamos de una vez e intentamos parar esta dinámica infernal. Lo contrario no lo queremos suponer. Por salud mental.

Artículo publicado en Hordago.org

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