Las deudas, ¿se pagan?
Ésta es la máxima culpabilizadora que los campeones del libre mercado nos repiten hoy hasta la saciedad
Qué contradicción, no sólo porque ellos habían defendido su capacidad de autorregulación, independiente de toda consideración moral, sino porque si aprendieran un poco de Historia sabrían que precisamente el impago de las deuda constituye la condición fundacional misma de todo mercado.
En la escuela nos contaron un cuento chino, que podría resumirse así: “Érase una vez una economía de trueque que inventó un patrón común que permitiera comparar el valor de bienes de naturaleza distinta e intercambiarlos. Lo llamaron dinero y escogieron metales preciosos para materializarlo. Pronto se dieron cuenta de que ese dinero también permitía comerciar en la distancia y a crédito, lo que permitió prosperar a los emprendedores honrados, y condenó a la esclavitud a los perezosos que no hicieron frente a las deudas adquiridas.”
Este relato cumple todas las condiciones del cuento moralizante: evolución de los personajes, triunfo del bien sobre el mal… pero es eso, un cuento. Lo que hubo es que el dinero anotado como deuda existió antes que la moneda, y que permitió generar deudas impagables que permitieran al acreedor cobrárselas con el trabajo forzoso de su deudor.
¿Le suena todo esto al lector? Seguro, cíclicamente se han producido a lo largo de la historia episodios de endeudamiento extremo y subsiguiente servidumbre de los individuos o países endeudados. ¿La mejor manera de someter a un país? Prestarle dinero. ¿La mejor manera de cultivar mano de obra barata? La sociedad del consumo a crédito.
Las grandes revoluciones sociales han sido revoluciones contra el pago: de deudas inasumibles, de impuestos inasumibles. Hasta no hace tanto los levantamientos populares funcionaban a base de inhabilitar mediante el caos (destruyendo archivos, interrumpiendo comunicaciones) el funcionamiento del orden contable. Pero, en la era de la nube digital, ¿qué archivo borrar? ¿a qué chupatintas sacar de qué despacho? ¿qué es una huelga si internet sigue funcionando? ¿qué una manifestación cuando la calle ya sólo es un lugar de tránsito?
Aún está por saber si la interconexión creciente de todo facilita o dificulta la articulación social. Pero, mientras lo decidimos, se me ocurre que quizás haya que repensar qué pueda ser, hoy, la desobediencia civil. Se me ocurre que en una “sociedad de consumo a crédito”, como la he denominado ya, que ha conseguido hacer de las instituciones bancarias las auténticas instituciones de Estado, sea nuestra relación con ellas lo que cada uno de nosotros tiene que empezar a replantear. Depositar dinero, pagar la hipoteca, utilizar la tarjeta de crédito… ¿No es cada uno de estos actos un voto a favor del gobierno bancario? ¿No tenemos ahí una herramienta más eficaz de lucha?
Henrik Hdez.-Villaescusa Hirsch
Fuente: Agencia DERF