Mandan los hechos
5 maig 2012 | Categories: Democràcia, neoliberalisme |
Xavier Caño Tamayo, ATTAC-Acordem
La crisis ha dejado claro que este sistema político actual no nos sirve. No sirve porque el poder está en las grandes empresas que nadie ha elegido, especialmente la gran banca y los millonarios fondos de inversión que gestiona. Ese poder controla los mercados financieros y la economía, chantajea a los gobiernos e impone duros planes de ajuste que nadie ha votado, pero se sufren. La crisis muestra que la democracia ha sido vaciada.
Saramago decía que vivíamos en una burbuja de apariencia democrática donde el poder estaba en las grandes instituciones financieras internacionales. La crisis ha demostrado que es así. Esta democracia se ha convertido en un escenario de marketing político que camufla, maquilla y justifica la dictadura del capital, el totalitarismo del dinero. Por eso la política que se perpetra en Europa nunca sirve a la ciudadanía sino todo lo contrario.
En la series televisivas CSI en Las Vegas y CSI en Nueva York (cuyos protagonistas son científicos), se oye con insistencia una frase durante las investigaciones de hechos criminales: “Mandan las pruebas”. Es decir, lo que determina que ha ocurrido son los hechos, los datos, las evidencias; no las impresiones, sensaciones, prejuicios, intereses bastardos o corazonadas. Las pruebas.
Pues bien, no siendo ciencia exacta (de hecho ni siquiera ciencia, solo saber), en economía han de pesar los hechos y los datos en la toma de decisiones, al aplicar políticas concretas. Pero en la Unión Europea no es así. Se pasan los hechos por el forro.
¿Qué dicen esos hechos?
Hecho. Se desató una crisis monstruosa por la codicia desmedida de una minoría; una crisis posible porque se había suprimido toda regla, norma y control de los movimientos de capital por el mundo; unos movimientos más y más especulativos.
Hecho. La especulación se dispara hasta el punto de que por 1 dólar invertido en la economía productiva 70 dólares se dedican a especular. A la muy minoritaria clase dominante (la minoría rica) solo le interesan los grandes beneficios de casino financiero conseguidos a muy corto plazo. No les interesa la economía real.
Hecho. Estalla la crisis de las hipotecas-basura, muestrario de desmedida codicia, desvergüenza bancaria y muy oscuras actuaciones del poder financiero. Muchos bancos se arruinan o quedan muy dañados, pero los gobiernos acudieron a rescatarlos con ingentes cantidades de dinero público. No podían permitir -dijeron- que los bancos se hundieran, pues se hundiría la economía.
Hecho. Los bancos recibieron billones de dólares y euros. Pero no se restableció el crédito. La banca rescatada y el núcleo duro del mundo financiero dedicó el dinero recibido a reparar balances y a especular más y más; con la deuda de los estados por ejemplo.
Hecho. La economía productiva empezó a retroceder. Sin parar. No fluía el crédito necesario y las empresas de la economía real, al no disponer de financiación, reducían gastos, recortaban personal, congelaban salarios, cerraban… El paro empezó a aumentar peligrosamente.
Hecho. En la Unión Europea cobra protagonismo que la deuda de los estados es excesiva y origen de todos los males. Hay que controlar el déficit, reducir las deudas soberanas (deudas contraídas por rescatar bancos, por cierto). Desde Alemania y Francia, con la total complicidad de la Comisión Europea y el BCE, se impone una nueva verdad revelada: el único camino de salvación es la austeridad. Una austeridad que empobrece a la ciudadanía, reduce la demanda y frena la actividad económica hasta detenerla.
Hecho. Tiempo después, la austeridad solo ha conseguido más paro, contracción económica, recesión, pobreza y mucho sufrimiento. Pero la Comisión Europea, el BCE y los gobiernos europeos insisten con medieval tozudez en “mantenella i no enmendalla”. Solo austeridad y ajustes fiscales.
Hecho. La Depresión de 1929 se superó y resolvió estimulando la economía y con una muy intensa intervención estatal. El Estado tanto aportaba dinero para relanzar la actividad económica como la regulaba y controlaba la economía. Y el mundo (occidental, sobre todo) volvió a funcionar. Tenemos las pruebas.
Hecho. En la UE, algunos mandatarios empiezan a poner en cuestión tanta austeridad y ajuste fiscal (Van Rampuy, Mario Monti…) y osan pedir tímidamente estímulos para recuperar la actividad económica. Salvo Rajoy I de España, además de la Merkel, claro.
En el Reino de España, un hecho innegable e incontrovertible es que el paro está desbocado, aumenta sin control y ninguna presunta medida adoptada contiene esa sangría. Ni la funesta reforma laboral (todo lo contrario), ni los grandes recortes sociales han conseguido otra cosa que empeorar el panorama. Según la Encuesta de Población Activa (EPA), en el primer trimestre de 2012 en España ya hay 5.639.500 parados. Es un 24,44% de población activa, la cuarta parte. Y el país en recesión, sin vislumbrar el final del túnel.
Pero Rajoy, erre que erre. Austeridad. Más que nadie. Aunque la austeridad nos haya llevado y nos lleve al desastre. La cerrazón de este gobierno a otra política que no sea recortar y recortar le resta legitimidad. Pierde legitimidad porque ellos son los representantes, no los dueños. Los dueños de la soberanía somos nosotros, ciudadanos y ciudadanas. Pero esa verdad incontestable se la pasan por el forro.
Si son ilegítimos, no tenemos porque obedecerlos. Votar cada cuatro años no es entregar un cheque firmado en blanco. No en democracia de verdad.
En Islandia la ciudadanía dejó que los bancos cayeran y han metido en la cárcel a algún responsable de la crisis económico o político que otro, se han pasado por el arco de triunfo la política de austeridad dominante y no les va mal. Habrá que tomar buena nota.
Porque mandan los hechos.