La tiranía del dinero, la democracia secuestrada
8 abril 2012 | Categories: Democràcia, drets econòmics i socials, Mercats financers, neoliberalisme, Portada |
Pep Cabayol
En Europa se ha impuesto la marktkonforme demokratie. El pasado 1 de septiembre Angela Merkel dijo en el Bundestag: “Vivimos en una democracia parlamentaria y por tanto la confección del presupuesto es un derecho básico del parlamento. Pero encontraremos la manera de hacerlo para que resulte acorde con los mercados”. Frau Merkel dejó claro así que no se aprobaría ningún presupuesto que desagradara a la oligarquía financiera que controla los negocios mundiales.
La mentira.
Leo Strauus, discípulo del nazi Carl Schmitt, siempre defendió que las élites tienen que mentir para poder gobernar: “Los gobiernos, a través de la prensa, sólo deben dar a la población un mínimo de información fidedigna. Si se quiere mantener la fe de las masas en un futuro mejor, no hay ningún otro camino que la mentira y el engaño“. Para Strauss sólo se puede conseguir el “consentimiento” a las propuestas formuladas desde “la alta política”, a través de la mentira. Strauss fue (y es) guía de los neocons, los neoliberales.
En la misma universidad donde impartía ideología Strauss, enseñaba economía Milton Friedman al frente de la famosa y muy liberal Escuela de Chicago. El pensamiento de Friedman se basa en la creencia (interesada, por supuesto) que los mercados competitivos libres de la intervención del estado son buenos para la eficiencia de la economía. Y proponía medidas como: mínima participación del Estado en el gobierno económico, ningún control político, ningún salario mínimo, ninguna subvención, privatizar la seguridad social, ningún estado del bienestar.
La apropiación de los bienes comunes
En la Universidad de Chicago se cocía la usurpación de los bienes públicos y de la ciudadanía. Había que decidir sin embargo, cómo y cuándo hacerlo. Los primeros experimentos fueron en 1973 en Chile. Con el apoyo de la presidencia y de los políticos norteamericanos, la Escuela de Chicago con Friedman a la cabeza, apoyaron a Pinochet, justificaron e impulsaron la violencia de estado y consiguieron su principal objetivo: el enriquecimiento de los más ricos a costa de los más débiles por medio de la represión, cárcel y muerte de muchos ciudadanos que clamaban por sus derechos. El asesinato y la cárcel ensombrecieron Sudamérica en nombre de la guerra al comunismo.
En el transcurso de los años 80 se impuso en EEUU un cambio de hegemonía del pensamiento social que ha llevado del keynesianismo al neoliberalismo. Un dato lo certifica: a finales de los 70 los más ricos podían llegar a pagar en impuestos al estado hasta un 70% de sus beneficios. Robert Reich, que fue ministro de Trabajo y Asuntos Sociales con Clinton, explica que por las deducciones al final tan sólo pagaban el 50%. El año 2011 esta cifra descendió al 36%. ¿Del 70 al 36 en 30 años! Pero aún hay más porque por medio vías de escape paralegales y fraudulentas, en 2011, 18.000 familias más ricas de EEUU no pagaron impuestos.
Los 80 fueron años de plomo para las clases populares. En EEUU con Reagan, en Reino Unido con Thatcher. En la vieja y continental Europa el estado del bienestar, de derechos sociales, también retrocedió. Pero no era suficiente.
El neoliberalismo
Llegamos así al 13 de enero de 1993, fecha oficiosa del nacimiento del Consenso de Washington. John Williamson, el economista que había redactado las misiones originales de FMI y Banco Mundial, convocó a la élite neoliberal para decidir cómo “convencer” a los políticos para que adoptaran medidas contrarias a los intereses de la mayoría de ciudadanos. Políticas que deberían facilitar el traspaso de la propiedad de bienes públicos a manos privadas. La reunión tuvo lugar en el Carnegie Conference Center de Washington. Para asegurar sus intereses y dado que las crisis provocadas son iguales de efectivas que las reales, decidieron que mentir a los ciudadanos no sería un problema si así conseguían sus propósitos. Para lograrlo acordaron aprovechar y favorecer los momentos catastróficos porque entonces la ciudadanía acepta mejor cambios traumáticos. Y señalaron cuatro objetivos a los gobiernos del mundo: eliminar reglas de control, privatizar, adelgazar el estado y aprobar leyes favorables a las transnacionales, lo que oculta el eufemismo liberalizar.
La privatización del futuro
Las crisis reales, las provocadas, las favorecidas y las exageradas, han cuajado. El Norte, como antes le pasó al Sur, ha caído en shock. Asustados, incapaces de reaccionar colectivamente, nos preocupa más la supervivencia personal que la comunitaria sin darnos cuenta de que la oligarquía sólo piensa en imponer la tiranía del dinero en favor del 1% de la población mundial cuando maneja los mercados. Y que los objetivos señalados en 1993 para el Sur, ahora son para el Norte.
¿Qué pretenden? ¿Qué quieren conseguir? Traspasar a su propiedad privada dos de los mecanismos claves para la equidad, las dos cosas a las que los humanos, además de respirar, beber, comer y procrear, nunca renunciaremos: salud para vivir, educación para vivir mejor en el futuro.
Ellos, los oscuros mercados, saben que pagaremos por tenerlas porque no hay futuro sin salud ni educación. ¿Les permitiremos que se las apropien con el único objetivo de acumular riqueza a costa de los derechos sociales de la mayoría? Aceptaremos convertirnos (aún más) en objetos de negocio?
No todos los políticos pero…
Merkel dijo que el Bundestag no aprobaría ninguna medida que no fuera bendecida por los mercados. Es decir, por el poder financiero. En todos los parlamentos europeos pasa lo mismo. ¿Dónde están los políticos independientes de los mercados? La democracia controlada, supervisada, y dirigida. Eso es lo que tenemos. Entonces, ¿podemos considerar democrático un sistema político que decide en sede parlamentaria secuestrar buena parte de la soberanía popular? ¿Es esta la democracia que nos proponen? ¿Es esto democracia? ¿No deberíamos exigir a los partidos políticos y a sus representantes que si no están de acuerdo con esta “percepción” de la democracia, salgan a la calle y denuncien inequívocamente lo que ya es para muchos una perversión democrática y una violación sistemática de los derechos humanos? ¿Estamos asistiendo a un crimen económico contra la humanidad cuando a la mayoría se le dificulta por ley, cuando no se le impide, el derecho al trabajo, a la salud, a la educación y al buen vivir?