¿Quién puede hacer huelga hoy?

11 març 2012 | Categories: crisi, drets econòmics i socials, mobilitzacions |

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La huelga tradicional, en la que los trabajadores abandonaban sus puestos de trabajo y, por tanto, paralizaban la producción, ha sido uno de los instrumentos más importantes para la conquista de derechos sociales y políticos que han beneficiado a toda la sociedad. A lo largo de dos siglos, los trabajadores han conseguido actuar como contrapeso al poder de los sectores más pudientes de la sociedad. Pero la huelga, para ser una herramienta eficaz, siempre dependió de la composición, la trayectoria compartida y la organización de los trabajadores. Por expresarlo claramente, no hay fuerza obrera sin experiencia compartida en la fábrica, en el barrio, en el sindicato, incluso en la parroquia. La organización sindical no ha sido posible sin cierta relación con el trabajo que permitía ser muchos y tener fuerza.

La propuesta de una huelga social no niega las diferentes realidades sindicales actuales, sólo trata de señalar la situación, por una parte, de los muchos trabajadores y trabajadoras que no pueden alcanzar una posición de fuerza, o que tienen un tipo de empleo alejado de los parámetros sindicales Y, por otra, de las distintas formas de producción que no pasan necesariamente por un puesto de trabajo o de una remuneración directa. Hasta la crisis de 1973 (en España posteriormente) el pacto social entre los sindicatos mayoritarios y la patronal, establecía compromisos en los que ambos reconocían ciertos intereses compartidos. Hoy, tras años de reformas laborales, desregulación económica y preponderancia de la economía financiera, este pacto social se ha roto y el equilibrio de fuerzas se ha inclinado hacia un lado. Los trabajadores ya no son un sujeto homogéneo, los grandes empresarios están más interesados en los beneficios financieros y el Estado es incapaz de actuar como garante de una redistribución de las cargas y beneficios de la actividad económica.

A día de hoy cohabitan el empleo más o menos regular, la temporalidad, la precariedad y el desempleo con formas de trabajo autónomo y pequeñas empresas que corren con todos los riesgos de la subcontración. Pero, sobre todo, existen incontables labores que no están remuneradas y que resultan esenciales para producir y reproducir las vidas de las que se alimenta la máquina financiera: diversos mecanismos formales e informales que generan conocimiento, múltiples redes sociales que intercambian información y elaboran tendencias y personas que se ocupan de cuidar a otros día a día. Por no hablar de todas las actividades que transfieren beneficios económicos a los llamados mercados: ahorros, compras, seguros, hipotecas, deuda pública y privada, etc.

Para hablar de huelga, una huelga que nos movilice a todos y todas, sería necesario apelar a los distintos sujetos de la realidad laboral y apuntar a todas las fuentes de obtención de beneficios. Sujetos que en ocasiones no tienen un puesto de trabajo fijo, ni un horario estable, que ni siquiera realizan una producción que puedan parar. Fuentes de beneficios que no son fáciles de señalar, ni de bloquear. Como en la guerra de guerrillas de Lawrence, aquella que utiliza las condiciones de las que dispone para vencer, podríamos proponer una estrategia que, sin abandonar la huelga en fábricas, transportes, oficinas y almacenes, afecte a esas otras líneas que alimentan las dinámicas fundamentales de la economía financiera.

¿Cómo hace huelga un autónomo? ¿Y las socias de una cooperativa? ¿Y un parado? ¿Y los interinos? ¿Y una trabajadora sin papeles? ¿Cómo hacen huelga los músicos, los fotógrafos, los productores culturales independientes? ¿Y los temporales que penden de un hilo? Estas son preguntas ineludibles si queremos presionar sobre la economía en el mundo actual.

En nuestra opinión, es importante hablar de huelga social para incluir diferentes maneras de participación. Una huelga social para intervenir sobre diversas cuestiones: como ahorradores podemos actuar para asegurar el control de nuestro dinero, como inquilinos dejar de pagar los alquileres abusivos, como desahuciados ocupar casas en manos de los bancos, como internautas bloquear webs y saturar las redes, como parados, autónomos y cooperativistas bloquear la bolsa o tomar tierras en desuso. Estas son algunas ideas que no sólo conseguirían parar el sistema, sino también cortocircuitarlo y reconducir los canales de la producción social de forma que sus beneficios reviertan de manera efectiva en todos y todas las que la producimos.

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