Cómo salir de la crisis sin destrozar a la ciudadanía
Xavier Caño Tamayo. ATTAC-ACORDEM
“Esto está mal y se pondrá peor, por tanto el Gobierno ha de tomar medidas duras, como la reforma laboral, y hará recortes muy importantes, porque es lo único que se puede hacer”.
Este podría ser el resumen del discurso de Mariano Rajoy, tras ser reelegido presidente del Partido Popular. Pero es mentira. Ni es lo único que se puede hacer ni tal política conseguirá otra cosa que más desempleo, pobreza, incertidumbre, sufrimiento y violación masiva de derechos de gran parte de la ciudadanía.
Cuando Inazio Lula fue elegido presidente de Brasil, la escasa población rica se quedaba con más de la mitad del dinero del país y apenas dejaba las migajas de una décima parte de la riqueza a los pobres, que eran la mayoría de población. Lula cambió esas cifras. Aumentó un 62% el salario mínimo, entre otras medidas económicas y sociales, y sacó realmente de la pobreza a millones de brasileños. Millones. Sacar de la pobreza a tanta gente hizo crecer siete veces el consumo y la economía funcionó mejor. Además, el gobierno de Lula logró que 45 millones de brasileños tuvieran cuentas bancarias activas, eliminando así intermediarios en la administración y entrega de recursos públicos a los necesitados.
En seis años la desnutrición de Brasil se redujo un 73% y la mortalidad infantil, un 45%. Combatir la pobreza y el hambre fue una prioridad indiscutible del presidente Lula. Restaurantes populares, programas de lactancia materna, promoción de agricultura familiar, distribución de alimentos a los más pobres, microcréditos, fomento de la economía local, facilitar educación básica a niños y jóvenes y formación universitaria a hijos de obreros… Con algunas políticas similares de ayuda a los más necesitados, a los ancianos, a las mujeres y a los jóvenes, Bolivia ha dejado de ser el país más pobre de Sudamérica. Y su economía también ha despegado.
Y, volviendo a Brasil, en la crisis financiera de 2008, el país salió adelante gracias a las clases populares rescatadas de la pobreza que demandaban y usaban regularmente bienes y servicios. Tal demanda activaba la economía. Nada de sacrificios ni recortes. “No hay nada más barato que invertir en los pobres”, decía Lula, porque la inclusión de tantos millones de ciudadanos llevó al desarrollo. No era una intención piadosa: era y es un hecho.
Al lado, en 2001 Argentina sufría una larga recesión y estaba ahogada por una enorme deuda pública. La situación acabó en quiebra, aumento del paro y de la pobreza hasta llegar a los índices más altos de su historia moderna. La pobreza afectó a más de 52% de argentinos y el desempleo superó el 24%. Entonces, por pura necesidad, desde el gobierno se decidió dejar de pagar la deuda, se devaluó la moneda y, desde 2007, se desarrollaron diversos planes sociales para afrontar necesidades básicas que, al tiempo, estimulaban la actividad económica. El resultado de todo fue una incesante recuperación del país. Desde entonces, la economía argentina crece entre 7 y 10% anual (salvo 2009 que solo creció 0,9) y se han reducido considerablemente la pobreza y el desempleo hasta valores inferiores al 10%.
Así las cosas, para Julio Gambina de ATTAC, Argentina es un espejo en el que debe mirarse la vieja Europa. Suspensión de pagos de la deuda, devaluar la moneda y programas sociales son también recomendaciones del Nobel de economía Stiglitz a la tozuda Europa. Aunque sea más complicado aplicarlo por las restricciones que impone el euro. Restricciones que lo son por obra y gracia de los lamentables tratados que los jefes de Estado y de Gobierno han acordado en la construcción de una Europa al servicio del poder financiero. Pero no hay que olvidar que lo que se acuerda, también se puede anular.
Y también en Europa, la ciudadanía de Islandia eligió expulsar a un gobierno corrupto e inútil y juzgar y encarcelar a los responsables de la crisis financiera y del severo retroceso económico y social del país. Hoy Islandia se recupera. Según las previsiones de la Comisión Europea, Islandia ha cerrado 2011 con un crecimiento del 2,1%, este año será del 1,5% (tres veces que el de los países de la zona euro) y en 2013 se prevé que crezca un 2,7%. Se ha vuelto crear empleo y la deuda pública ha disminuido de forma notable. La clave fue que la ciudadanía islandesa rechazó rescatar a los bancos, decidieron pagar la deuda según posibilidades y necesidades y llevaron a los tribunales a los responsables del desastre. Todo un programa.
Es evidente que hay otros caminos para enfrentarse a la crisis, por supuesto. Pero en Europa, los mandatarios solo piden sacrificio; un sacrificio que ellos y sus señores y cómplices jamás hacen ni están dispuestos a hacer. Los resultados de ajustes, recortes y “reformas estructurales” están a la vista: recesión, reducción de la actividad económica, más paro, más pobreza, ninguna perspectiva… En realidad, lo que nuestros mandatarios llaman sacrificio es estafa y latrocinio.
Y, ante tal panorama, solo caben resistencia y respuesta ciudadana organizadas.