Votar o no votar
7 novembre 2011 | Categories: 15M, Democràcia, Opinió, Portada |
Josep Cabayol
Cuando Josep Borrell aspiraba a ser presidente del gobierno español como candidato del PSOE, reunió a periodistas en un coloquio donde habló de las consecuencias que para el bienestar de los españoles, tendrían las privatizaciones del PP. Le preguntamos si en el caso de ser elegido presidente echaría atrás las privatizaciones: “No, no podremos hacer nada, dijo, las privatizaciones son de hecho, irreversibles”.
El PSOE ha adelgazado el bienestar ciudadano, CiU lo está haciendo y la supuesta victoria del PP augura más recortes sociales. Ninguno tiene tales recortes en el programa electoral, ninguno ha respetado el contrato firmado con la ciudadanía a través del voto a una propuesta política. Y tanto les da qué sucede en la calle si tienen asegurada la aritmética parlamentaria.
Una parte de la sociedad se moviliza y un montón de jóvenes y no tanto, se apunta al 15 M. El movimiento hace bien en declararse apartidario, que no quiere decir apolítico. Analistas que les apoyan opinan que para el movimiento no es imprescindible votar por unos u otros, que se pueden elaborar e imponer reformas políticas que aseguren la participación ciudadana en decisiones concretas. Me temo que cometen un grave error estratégico. Si los partidarios del estado del bienestar se quedan en casa, los que malvenden las propiedades públicas lo tendrán fácil. Si tenía razón Borrell, y los gobiernos Zapatero, Blair, Schroeder, Obama, así lo indican, recuperar las propiedades públicas usurpadas podría ser imposible.
Los mercados, los propietarios del dinero, saben que el tiempo juega a su favor, pero a la vez son conscientes de que sólo les será ventajoso durante una temporada. Por lo tanto, actuarán sin contemplaciones, asociados con los políticos que se han encargado de promocionar y financiar para que sean elegidos. Privatizarán los derechos sociales. Convertirán los pilares de la redistribución, el trabajo, la fiscalidad, la educación y la salud, en un negocio controlado. Y si nunca gana la indignación, directa o indirectamente, convencida de haberse preparado para revertir la Política, se encontrará con un país yermo, donde todo se habrá fundido, nada quedará de pie, no habrá dinero y el bienestar se tendrá que construir de nuevo. Entonces la victoria sería pírrica.
La guerra se desarrollará en dos tableros de ajedrez simultáneos: el oficial y el alternativo. En el alternativo, calles, barrios, movilizaciones, asambleas, redes sociales, el 15M es de largo la fuerza mayoritaria.
En el tablón oficial, la ventaja de los poderes clásicos, legislativo, ejecutivo y judicial, es abrumadora y dominan – controlan – la opinión pública. Sin embargo el legislativo entra en incertidumbre y sus miembros deben ser renovados. El 15 M tiene una oportunidad única de aumentar su capacidad de influencia. De la misma manera que el poder oficial tratará de invadir la calle, el alternativo debe hacerse visible en el “sancta sanctorum” del poder oficial: las Cortes Generales. Conseguirlo les supondría poder denunciar, desde campo contrario, los incumplimientos electorales, oponerse a las privatizaciones y señalar sus responsables.
¿Y qué se puede hacer individual y colectivamente?
Unas cuantas cosas. Nos atrevemos a recomendar cuatro acciones.
Primera: Saber a quien no se debe votar. Hay que ver sin pasión, que hace cada fuerza política cuando llega al poder y saber si respeta el contrato electoral con la ciudadanía que somos todos.
Segunda: Exigir a la oposición que pida elecciones anticipadas en todas las comunidades donde no se cumplan las promesas electorales aunque no les sea beneficioso electoralmente.
Tercera: confiar en alguna fuerza parlamentaria a la que no se considere responsable de los males que afectan al país.
La Cuarta requiere de una acción coordinada y compartida que debería impulsar el 15M: llevar a las Cortes a través del voto organizado, a una fuerza que por ahora no tenga posibilidades de salir elegida y que no pueda resultar peligrosa para el conjunto de los indignados.
¿Qué trato se debería hacer? Defender el programa de mínimos del 15M, oponerse a las privatizaciones y señalar a los malversadores del patrimonio público. ¿Qué se obtendría? visualizar en las Cortes la fuerza del movimiento. ¿Se puede tener éxito? El 15 M tiene suficiente fuerza moral para pedir el voto a sus seguidores.
No es lo mismo oponerse a las privatizaciones en la calle que en las Cortes. La diferencia se llama aparecer en el telediario. Los propietarios de las televisiones, los poderes económicos que combate el 15 M, dan órdenes de ocultar o pervertir la imagen de los indignados. Lo hacen directamente cuando son parte del accionariado o indirectamente a través del chantaje publicitario. Cuando se aparece en el Congreso o en el Senado, la ocultación y la manipulación es mucho más difícil. Ganar la batalla en la calle es imprescindible, pero para conseguirlo es necesario aparecer en el teatro informativo cotidiano.
¿Y en qué formación se podría depositar la confianza? La palabra la tiene el 15 M. Les toca asumir la responsabilidad. Un solo consejo: la formación elegida no debería estar situada en ningún extremo del eje ideológico, lo que le permitiría albergar un abanico de ciudadanía similar al que reúne el movimiento asambleario.
Y es verdad, votar puede resultar muy peligroso para la indignación. Pero aún puede ser más peligroso no hacerlo. En juego están las propiedades que aún le quedan a la ciudadanía.