Austeridad fiscal ni en pintura

13 setembre 2011 | Categories: crisi, economía crítica, Portada |

Xavier Caño Tamayo. ATTAC Acordem

Un informe de la OCDE de agosto sobre previsiones de crecimiento de los países del G-7 indicaba que es más que posible una nueva recesión en las potencias de la OCDE. El informe rebaja todas las previsiones de crecimiento que el mismo organismo hizo en mayo. EEUU, Japón, Alemania, Francia, Italia, Gran Bretaña y Canadá habrán crecido en el tercer trimestre de 2011 solo 1,6%, y aún será menos en el cuarto trimestre: 0,2%.

Eso significa que en Cataluña, como botón de muestra próximo, aumenta de modo alarmante el número de personas en el paro y aumentan especialmente quienes, por ser desempleados de  larga duración o haber estado empleados poco tiempo, no disponen de ningún tipo de ingreso, subsidio, prestación contributiva u otras. En un año han pasado de 86.000 a más de 161.000 personas en tal situación. Casi el doble. Y, si al iniciar la crisis había en Cataluña 70.000 personas en el paro durante más de un año, este verano ya son el triple: 210.000. Y contra tal quebrantamiento del estado social la respuesta es austeridad, recortes.

Juan Torres, Navarro, Alberto Garzón y un montón de economistas y pensadores solventes más nos han contado hasta la saciedad que establecer un límite de gasto público condena a España a la cola de la Unión en derechos sociales, debilita severamente el mal llamado estado de bienestar y suprime una poderosa herramienta del Estado para estimular la economía como es el gasto público. Por su parte, Joseph Stiglitz y Paul Krugman insisten desde hace meses en que la austeridad fiscal lleva directamente a la recesión. Y, por si hubiera dudas, lo que ocurre en Grecia, Irlanda y Portugal demuestra que se ha elegido un camino que no lleva a ninguna parte salvo a más paro, más inestabilidad y más sufrimiento.

No es teoría ni debate entre economistas. Cuando Franklin Roosevelt dio marcha atrás en parte de su  política de estimular la economía (New Deal), por ceder ante los ultraconservadores de siempre que no dejaban de marear sobre los peligros del déficit, volvió la recesión. Pero empezó la II Guerra Mundial, el militarista Japón atacó Pearl Harbour y EEUU se metió de lleno en la contienda. Y ahí se acabaron las prevenciones contra el gasto público.

¿Qué ocurre con nuestra propia recesión, patético crecimiento de risa, enquistamiento del paro y demás males que estallaron en 2007 y se dispararon en 2008? Ignacio Escolar lo ha resumido de modo implacable: “Tras casi tres años de sacrificios para “calmar a los mercados” sin éxito, ¿qué más pruebas necesitamos de que esta política de austeridad anoréxica no funciona? Si el problema fundamental es el miedo de los inversores a un impago por la falta de crecimiento, ¿cómo puede ser la solución una política de ajustes que congela el gasto público y, como consecuencia, bloquea la recuperación de la economía?”

Miremos a Grecia como ejemplo. Siguiendo las imposiciones del FMI y del Banco Central Europeo, la actividad económica se ha contraído por quinto trimestre consecutivo y se ha reducido el PIB en los tres primeros meses de 2011 un 8,1%  respecto al primer trimestre de 2010, mientras la tasa de paro es superior el 16%. Y aunque el gobierno griego intenta desesperadamente conseguir más pasta con nuevos impuestos y evitar la bancarrota, las bolsas se desploman aterrorizadas. ¿Qué esperaban? Si a un país le quitas las herramientas para salir adelante, el país no puede salir adelante.

Paul Krugman asegura que lo que empezó en 2008 no ha terminado ni mucho menos y que ahora nos damos cuenta de qué pasa cuando una minoría  se aprovecha de la crisis en vez de resolverla. Porque, según el Nobel americano, lo que el mercado dice en realidad es que no le preocupa tanto el déficit como la debilidad de la economía. Cuando uno sangra profusamente, insiste Kugman, quiere un médico que le vende o suture la herida que sangra, no que le den lecciones sobre un estilo de vida saludable. Y Joseph Stiglitz remacha asegurando que “la austeridad no sólo es una receta para ir mal hoy sino que es la receta para ir peor en el futuro”

¿Cómo ha sido posible tamaño desmán, tan inmenso error?

Porque se ha llegado a creer en serio que los mercados financieros son eficientes y favorecen el crecimiento económico; que hay que reducir gastos para reducir deuda pública; que la deuda pública traslada nuestras demasías a nuestros nietos; que hay que tranquilizar a los mercados para financiar la deuda pública… Y otras majaderías de calibre similar sin la menor base científica.

Por contra, como recomiendan economistas fiables y acreditados (que suelen ser quienes no están en la nómina de bancos o similares), es urgente frenar y reducir la especulación que desestabiliza y controlar los movimientos de capitales. También hay que imponer tasas a las transacciones financieras a corto plazo y especulativas en general. Hay que auditar las deudas públicas para averiguar si son ilegítimas u odiosas y actuar en consecuencia. Y, por supuesto, es necesario mejorar la protección social. Imprescindible, una fiscalidad más justa y reducir la deuda familiar condonando (según los casos) o refinanciando hipotecas, al tiempo que hay que hacer que fluya de nuevo el crédito hacia las empresas…

Nada que ver con la disolvente y castradora austeridad.

Sobre la austeridad rampante e imperante, la ONU asegura que empuja a la economía mundial al desastre, en un torpe intento por complacer a los mercados financieros. Así lo dice un informe de UNCTAD (Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo). Heiner Flassbeck, jefe de estrategias de la UNCTAD y antaño viceministro de Finanzas de Alemania denuncia que “si los gobiernos se aferran a una política de recortes del gasto público, terminaremos en una recesión permanente”. Y para que no quepa la menor duda, el  secretario general de UNCTAD, Supachai Panitchpakdi asegura que “necesitamos revertir rápidamente nuestra trayectoria“. Es decir, hacer lo contrario de lo que se está haciendo.

Al final, lo que ocurre de verdad respecto al déficit, la deuda y la austeridad como política económica, sin  camuflaje, sin maquillaje, sin ocultaciones ni falsedades perpetradas por esa minoría tan minoritaria que son el poder financiero, sus cómplices políticos y sus cómplices mediáticos, lo que de verdad pasa es que millones y millones de ciudadanos trabajadores, de clase media, campesinos, jubilados, empleados y funcionarios públicos más los muchos millones de personas ya en el umbral de la pobreza (o dentro del todo) se verán privados de aquello a lo que tiene derecho y pagarán con su sufrimiento para que la minoría que es el poder financiero continúe enriqueciéndose.

En el Metro de Barcelona hay una especie de plaga de carteristas y, por esa razón, en los trenes se repite el siguiente mensaje en varios idiomas: “Ten mucho cuidado. El carterista espera un distracción para apropiarse de tus cosas. Vigila lo que es tuyo”.

Si sustituyen carterista por poder financiero y cómplices, tendrán una síntesis breve y contundente de lo que ocurre con la crisis, la deuda y a austeridad como salida y lo que nos puede pasar si esto continúa.

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