En manos de facinerosos
10 agost 2011 | Categories: agències de qualificació, especulació financera, Mercats financers |
Xavier Caño. Attac Acordem
Los ataques especulativos de las últimas semanas contra la deuda pública de países europeos, con el protagonismo de las agencias de rating y fondos de inversión, indican que estamos en manos de facinerosos.
¿Cómo definir o calificar la actuación de esa minoría (muy reducida, pero muy peligrosa) que mantiene en vilo al mundo, desestabiliza países y arroja a la pobreza y a la inseguridad a millones de seres humanos solo para aumentar obscenamente sus beneficios?Los delitos son las acciones (u omisiones de graves consecuencias) que, tipificadas en los códigos penales, violan la ley y causan mal o daño a personas o a sus patrimonios. Mucho daño, cuando se consideran crímenes.
Me refiero a los especuladores, a sus cómplices y encubridores, individuos, empresas o entidades: fondos de inversión de todas las calañas, grandes bancos, practicantes de la ingeniería financiera, artífices de la contabilidad imaginativa, agencias de rating, paraísos fiscales… ¿O tal vez cabe denominarlos con mayor acierto semántico como truhanes, timadores, extorsionadores, tramposos y mangantes?
En los años veinte y treinta, una muy desafortunada Ley Seca estadounidense (que prohibía elaborar y vender bebidas alcohólicas) propició que se organizaran auténticos imperios criminales sobre la producción y venta de las prohibidas bebidas alcohólicas. El paradigma de esos imperios del crimen, que nos han dado conocer el cine y la literatura narrativa, fue el Chicago de Al Capone. Un excelente filme de los hermanos Coen, Muerte entre las flores, es un compendio de lo que fue el imperio de los gángsteres en esos años. Políticos corruptos al servicio de los gángsteres, jefes de policía no menos corrompidos impuestos por los delincuentes; la ciudad, sus bienes y riqueza al fácil alcance de su codicia; sin normas, sin control, sólo aumentar más y más sus beneficios…
Desde otro ángulo histórico, tal vez les suene también que lo que hoy ocurre en Europa, ya pasó en América Latina y otros países del entonces llamado Tercer Mundo, durante los años ochenta del siglo XX. Ante las dudas de solvencia de países de dicho Tercer Mundo, EEUU y Europa, por medio de sus gendarmes (FMI, Banco Mundial y OMC), impusieron presuntas soluciones de austeridad para combatir el déficit y hacer solventes a esos países. Pero solo consiguieron frenar y contraer sus economías. Se perpetraron oscuras privatizaciones (con las que los de siempre se apropiaron de casi todo lo público), más recortes salariales y la práctica supresión del gasto social. Aumentó la pobreza y se hizo más amplia la desigualdad. Con la deuda como telón de fondo. Y los países entraron en recesión o estuvieron muy cerca. En algún caso más dramático, como Níger, las recetas neoliberales contribuyeron a causar una auténtica hambruna y murió mucha gente, como nos ha recordado recientemente Susan George.
En Europa no parece que la hambruna sea por ahora una amenaza, aunque todo se andará si no se frena este desastre, pero sí se extiende la pobreza de modo alarmante. ¿Qué pobreza? Vivir sufriendo privaciones e inseguridad, no saber qué te pasará la semana que viene o incluso mañana, disponer de menor acceso a servicios básicos de salud o educación, no disponer de vivienda digna o ser privado de la misma, ser ignorado, que te roben el futuro: eso es pobreza. Y ocurre ya en muchos lugares de Europa.
¿Qué ha ocurrido, por ejemplo, con Grecia, el país más forzado a aplicar de inmediato el recetario neoliberal? Su economía se ha contraído más de un 5% en 2011 y no parece que eso se vaya a acabar; ha habido un severo incremento de desempleo más un masivo hundimiento de pequeñas empresas. Y mucho sufrimiento personal, por supuesto.
Lo más indignante es que la causa principal de la deuda europea, en el centro de esta fase tramposa de la crisis, es que los gobiernos han asumido las deudas de bancos privados o se han convertido en sus avaladores; bancos que se fueron al garete con la crisis financiera que provocaron.
“Sí, hay compra de calificaciones” reconoció Yuri Yoshizawa, director de Derivados de la agencia Moody’s, en su declaración ante la subcomisión financiera del Senado de EEUU. Y esa comisión investigadora concluyó que si las calificaciones de solvencia de algunos productos financieros eran elevadas, aunque fueran auténtica basura, era porque alguien pagó para que así fuera. ¿No suena eso a algún tipo de delito?
Paul Krugman ha rematado la falta de credibilidad de las agencias de rating (medios importantes de presión cuando no de extorsión) en la actual crisis de la deuda. Krugman ha escrito que “el elevado déficit presupuestario de EEUU es por la recesión económica tras la crisis financiera de 2008. Standard & Poor’s y otras agencias de calificación desempeñaron un papel importante en causar esa crisis, porque otorgaron calificaciones triple A (la mayor solvencia) a activos respaldados por hipotecas que se han convertido en productos tóxicos. Además, S&P es famosa por haber dado a Lehman Brothers la calificación de máxima solvencia el mismo mes de su hundimiento”.
Incompetentes, nada honrados y peligrosos, las agencias de rating, los fondos de inversión, la gran banca y sus cómplices empujan al mundo al desastre.
Para camuflar su pillaje y afán de saqueo, pretenden que los avances en justicia social y distribución de riqueza logrados tras la II Guerra Mundial (aunque nunca completos ni tampoco satisfactorios del todo) han sido otra cosa: que la ciudadanía ha vivido por encima de sus posibilidades y ahora lo ha de pagar, porque las aguas han de retornar a su cauce. Y eso en realidad significa regresar al siglo XIX. Como si la ciudadanía fuera culpable de algo de esta estafa llamada crisis.
Esa postura de los responsables y mantenedores de la crisis recuerda la historia absurda del sujeto violento que golpea a otro en la nariz y luego denuncia a su víctima porque ha atacado su puño con la nariz.
Pero la ciudadanía, si de algo es responsable, es de no haber arrojado al mar a especuladores y otros forajidos similares. Metafóricamente hablando, claro.
El ejemplo a seguir es el reciente de Islandia y los de Ecuador y Argentina hace unos años. Que los bancos con problemas (que ellos se han buscado) se vayan al diablo. Sencillamente, no pagar. Porque la deuda no es nuestra, no es legítima. Es odiosa. Y arrinconar a los especuladores.