No hay espacio para la desesperanza
7 febrer 2022 | Categories: ciutadania, Espanya, filosofíes del canvi, moviments socials, Portada |

Enrique seijas. ATTAC Acordem
Tal vez la única revolución triunfante de la edad moderna haya sido la revolución burguesa, que se ha desarrollado a lo largo de los últimos doscientos años.
La Revolución necesaria en este momento histórico a lo mejor ya está en proceso, aunque nadie parece capaz de ofrecer una alternativa a la actual situación de descomposición política y deterioro social pero, en cualquier caso, se trataría de una revolución joven, tal vez heredera de otros intentos y que, en cualquier momento, podría desencadenarse con las energías de la juventud.
Las organizaciones de la sociedad civil, aquí y ahora, son cáscaras casi vacías, agazapadas detrás de un mar de siglas, cuya única función, parece ser preparar el porvenir, difundir conocimiento crítico en la medida de sus posibilidades, mantener una red de contactos que tal vez, en una situación de crisis política, pueda servir para ofrecer apoyos a los insurrectos, canalizar información y mantener la máxima organización al margen de los circuitos del poder. Porque la organización consiste en establecer vínculos y relaciones orientados hacia un mismo objetivo, política y emocionalmente compartido.
Los cambios importantes a corto plazo no son posibles, porque las correlaciones de fuerza actuales no los permiten, pero si partimos de que vivimos un momento de crisis, porque la sociedad del bienestar está involucionando, la crisis de las instituciones se extiende por todo el mundo y entendemos la revolución como un proceso, los cambios más radicales no solo resultan posibles, sino que parecen inevitables.
La única respuesta, en este momento, procede del miedo de los que no quieren que nada cambie, atrincherados en todo tipo de instituciones más o menos reaccionarias y pensado que podrán mantener sus privilegios indefinidamente. Tal vez lo consigan instalándose en la crisis. Los que desean el cambio tienen que recuperar la iniciativa y demostrar que se trata de una oposición frontal entre unos y otros, sobre la forma de entender el mundo. Como decía Mario Cuomo, miembro del Partido Demócrata de los EE.UU. “la campaña se hace en verso, pero se gobierna en prosa”. Hoy, a favor de los que tenemos la pretensión de cambiar el mundo, está el deterioro endógeno del sistema y en contra, nuestra incapacidad para construir una alternativa coherente de ideas y políticas concretas. En la calle está el verso, lo deseable, y en las instituciones la prosa, lo posible. Por eso es absolutamente necesario seguir en la calle, donde se defiende la utopía, sin que ello quiera decir que ese sea el sitio de los ilusos, sino todo lo contrario, ya que la calle fija los límites de lo alcanzable de la forma más precisa. Es ahí donde se toca con los pies en el suelo. Es a ahí donde se forjan los cambios en las correlaciones de fuerzas. Es ahí a partir de ahí como se puede construir un nuevo sentido común y arramblar con la lógica de lo que “siempre ha sido así”
Nuestro trabajo es el de la hormiga, anónimo, esforzado y constante. No termina con nuestra generación. Nosotros nos iremos, como antes se fueron muchos otros, sabiendo que no conseguirían ver como se alcanzaban los objetivos que perseguían, pero que no por eso tiraron la toalla. Pase lo que pase, como demuestra la Historia y como dejó dicho Federico Fellini “E la nave va”.
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