Ahora es el momento del cambio
30 març 2020 | Categories: crisi, Democràcia, filosofíes del canvi, mobilitzacions, moviments socials, neoliberalisme, Opinió |

Enrique Seijas. ATTAC Acordem
Una crisis es un cambio profundo y de consecuencias importantes en un proceso o en una situación dada. El capitalismo, a lo largo de su tumultuosa historia ha pasado por sucesivas e importantes crisis, que cambiaron la estructura del sistema mundo y sucesivos desplazamientos del centro de poder económico, influyeron en la forma en que se iban redefiniendo las correlaciones de fuerzas entre los distintos centros de poder político. A partir del siglo XIV, el centro de poder económico ha estado en Florencia, Génova, Holanda Inglaterra y desde principios del siglo XX se encuentra en los EEUU.
Para algunos autores, hoy nos encontramos en un proceso de cambio estructural del sistema mundo que ha venido funcionando durante los últimos 150 años. La aparición nuevos actores – la UE y China- y el paso de una economía basada en la industria y el comercio a otra basada en la especulación financiera, parecen confirmar que estamos ante una nueva transformación de las estructuras económicas y políticas globales, aunque no podamos predecir cuál será el resultado final. No obstante, sí que podemos observar algunas líneas de fractura, entre las que destacaría la contradicción entre capital financiero y capital productivo, la incapacidad de realizar políticas integradoras compatibles con el incremento de la tasa de ganancia, la necesidad creciente de recurrir a la represión policial o legal, la deslegitimación de las instituciones – Partidos políticos, Justicia, Gobierno, Monarquía, Banca, Iglesia Católica, UE, FMI, BCE, etc.- y la falta de alternativas que permitan mantener el statu quo sin incrementar el nivel de conflicto.
Por lo acontecido durante los últimos años, -me refiero a hechos, de características muy diferentes y que se dan en todos los planos, como por ejemplo: los movimientos populares de protesta, de diferente signo, en distintos lugares del mundo y aparentemente desconectados entre sí: Francia, Brasil, Venezuela, Túnez, etc.- podríamos pensar que algunos sectores sociales ya están percibiendo que se viven momentos de cambio y que sienten la necesidad de actuar para condicionar el futuro.
Asistimos también a la consolidación de regímenes autoritarios en Rusia, Polonia, Hungría, Turquía y un largo etcétera que haría esta lista interminable. El número de países donde existe una democracia representativa digna de tal nombre es muy limitado y, según parece, no tiende a aumentar.
El actual momento de cambio se manifiesta como crisis institucional de diferentes formas, entre las que señalaría las cinco siguientes:
1.- Estados en los que se han producido protestas populares masivas, como en Bolivia, Chile, Francia, etc.
2.- Estados en los que regímenes autoritarios tradicionales están aumentando la presión sobre sus ciudadanos, como en Rusia, Argelia, Siria o Egipto y otros.
3.- Estados democráticos en los que está produciendo una deriva autoritaria, de mayor o menor intensidad, como Polonia, Hungría, EEUU, Brasil, etc. o una radicalización ideológica de amplias capas de la sociedad.
4.- – Desprestigio creciente de todo tipo de instituciones, como he señalado antes.
5- Reaparición de viejas ideologías que vuelven a poner en valor el papel de los Ejércitos y conceptos como el de patria, nación, orden, religión o anti política, en sus acepciones más reaccionarias.
El momento de cambio se manifiesta también por el deterioro del paradigma ideológico dominante durante los últimos cuarenta años, al volver al centro del debate conceptos que parecían consolidados:
- El concepto neoliberal de libertad – libertad individual, libertad de poseer, la libertad del más fuerte – se enfrenta al concepto de libertad colectiva. La acción del Estado se enfrenta a la libertad del Mercado – desregulación, externalización de costes, apropiación de lo común, abuso de lo público en beneficio privado, apropiación de la naturaleza mediante patentes, etc. –.
- Conceptos como patriarcado y autoridad, combatidos durante las revueltas de mayo del 68, recuperan actualidad con el terrorismo, la propagación del miedo difuso a la adversidad, la normalización de la violencia a través de su banalización en videojuegos y series televisivas y la idealización de los héroes de ficción.
- Conceptos como los de igualdad y solidaridad están siendo atacados sistemáticamente por el dogmatismo religioso y nacionalista, la xenofobia y el racismo, el antifeminismo y la intolerancia hacia la crítica.
Desde el mal llamado centro político hasta la extrema derecha, están empeñados en orientar el cambio a su favor y para ello vuelven a utilizar la defensa de la tradición, se apropian de la historia, rechazan el progreso, resucitan los nacionalismos y el patriarcado y utilizan la mentira a través de los medios de comunicación y de la redes, de manera que hacen bueno el comentario de Goebbels “Una noticia falsa repetida mil veces acaba convirtiéndose en una verdad”.
El momento de cambio se manifiesta también en el declive de la democracia liberal y de los valores republicanos de libertad, igualdad, legalidad, justicia social y reparto razonable de la riqueza. A lo largo de los últimos cuarenta años, estos conceptos se han ido transformando, de manera que la libertad real, se ha transformado libertad nominal, la igualdad se ha transformado en meritocracia, la legalidad en burocracia y la justicia social se ha sustituido por aquello que la ideología neoliberal considera “bueno” o “malo” en función de las circunstancias.
El fracaso de la democracia liberal en mantener la vigencia de sus principios teóricos y de sus valores, la ha llevado al descrédito y ha conducido a la gente a la frustración y al desconcierto y falta de un discurso alternativo que proponga una salida progresista a la actual situación, está dejando como única opción, en el imaginario colectivo, el retorno a soluciones autoritarias, camufladas en el discurso reaccionario tras las palabras ya citadas anteriormente: orden, nación, patria, religión, anti política, antifeminismo, etc.
Ahora es el momento, de proponer un discurso alternativo. W. Benjamin, escribió que “El tiempo del ahora es el vínculo dialéctico entre el pasado irrealizado y el futuro utópico”. No podemos renunciar a los objetivos históricos reiteradamente derrotados. Por el contrario, hay que replantearlos de nuevo, pero a partir de las condiciones históricas del momento presente. Es necesario dejar de concebir lo actual como una situación estable. Lo actual es tan solo el punto de tránsito entre el pasado y el futuro, siempre es efímero, inestable y cambiante. Ante el pesimismo que transmite la creencia de que no existe alternativa por el hecho de no saber enunciarla, debemos sustentar el optimismo basándonos en que podemos influir en el presente para orientar el sentido del cambio, dejando que la alternativa se vaya construyendo, porque disponemos de elementos para ello, a medida que el cambio se produce.
Hoy, ya deberíamos haber aprendido que la Historia no es lineal, que el pasado condiciona pero no determina el futuro, que nada está predeterminado y que el desarrollo industrial y el desarrollo técnico científico no constituyen por si mismos el progreso humano, al que las utopías de izquierda aspiraban.
La izquierda debe volver a plantear, de manera firme, cual es el papel del trabajo, que cantidad de trabajo humano es necesaria, en qué condiciones debe realizarse y si debe constituir la base de nuestra existencia material. La izquierda debe volver a plantear, de manera inequívoca, el papel de la propiedad privada, su necesidad, sus límites y su supeditación a la satisfacción de las necesidades sociales. La izquierda también debe volver a plantear la función del Estado, no solo en su papel distributivo, sino también como mecanismo facilitador y dinamizador de la participación política y por tanto distribuidor del poder, es decir, democratizador, posibilitando la creación de instrumentos de democracia directa, auto organizada y autónoma, mediante la universalización del conocimiento, desvelando la realidad enmascarada por el poder y sus instrumentos de alienación ideológica, sus mentiras, sus intereses ocultos, sus contradicciones (incluso individuales), facilitando la participación política universal y permitiendo que se exprese la creatividad, tanto colectiva como individual.
La posibilidad de orientar el cambio hacia un sistema de democracia real, pasa por la profundización de las líneas de fractura citadas arriba, evitando los populismos fascistas, las alternativas autoritarias y las falsas salidas pseudo democráticas.
La alianza de la izquierda con el ecologismo debe fundamentarse en la existencia de objetivos compartidos. Si el ecologismo persigue un objetivo realmente transformador de la sociedad, no puede plantearse al margen de las consideraciones anteriores. El ser humano, la naturaleza, su preservación y las tareas de recuperación de los desastres ya producidos no pueden ser una mercancía, es decir, deben quedar fuera del ámbito de actuación del negocio privado, de lo contrario corre el riesgo de ser integrado por los sectores más conservadores de la sociedad.
Lo mismo ocurre con el feminismo, pues si se plantea únicamente desde la perspectiva de los derechos individuales, también resultará fácilmente integrable por el sistema actual. La extrema derecha, desde Vox hasta la Agrupación Nacional de Marine Le Pen e, incluso, Donald Trump, se declaran feministas. La izquierda debería volver a defender con firmeza una definición colectiva, social, de los conceptos de libertad y de igualdad, que se oponga a los que el neoliberalismo ha conseguido hegemonizar.
Esa recuperación de los objetivos históricos de la izquierda, que son el patrimonio común de todas las izquierdas, a partir de las condiciones que nos ofrece el presente, debería configurar una utopía nueva capaz de ilusionar al mundo y ser el vínculo de unión de todos los movimientos sociales que realmente se plateen una transformación real de la sociedad. El último libro de T. Piketty, “Capital e ideología” propone algunas ideas que podrían servir para empezar y la epidemia que estamos padeciendo y que está dinamitando la base ideológica del neoliberalismo nos ofrece la oportunidad. ¡Ahora, es el momento del cambio!