El fracaso histórico del capital
20 març 2020 | Categories: América Llatina i Caribe, ATTAC España, economía crítica, filosofíes del canvi, globalització, Internacional, Mercats financers, neoliberalisme, Portada |

Alejandro Nadal. Miembro del consejo científico de ATTAC España
Las manifestaciones de los últimos 12 meses en Chile, Ecuador, Perú,
Haití, Irak, Irán, Hong Kong y hasta Francia han adquirido un carácter
insurreccional por sus dimensiones y la amplitud de sus reclamos. Muchos
pensarían que estos movimientos no tienen un hilo conductor y que todos
obedecen a causas distintas. Los detonadores, en cada caso, parecerían
ser muy distintos. Pero un análisis más cuidadoso permite identificar
varias raíces comunes, en las que se mezclan las políticas de
austeridad, una profunda desigualdad, el dominio del capital financiero
y la concentración de poder de mercado en pocas corporaciones. Son los
rasgos definitorios de esta etapa del capitalismo que se ha denominado
neoliberalismo.
Las señales del fracaso y ruina del neoliberalismo se encuentran en
todas partes. La creciente e intensa desigualdad es, quizá, la señal más
poderosa. Proviene de muchas causas, entre las que destaca la
contracción en los salarios desde la década de los 70. El estancamiento económico en que ha caído la globalización neoliberal es otro signo de
que algo está muy mal en las entrañas del capitalismo mundial. Ponerle
la etiqueta de estancamiento secular a este proceso de ralentización
puede servir para calmar las conciencias y ayudarlas a ahuyentar los
malos augurios. Pero cuando uno pregunta por las causas de este
fenómeno, casi nadie se atreve a poner el dedo en la llaga: el
estancamiento secular se debe a una caída en la inversión que, a su vez,
está ligada a una baja en la tasa de ganancia.
El sector financiero, que en las primeras etapas del capitalismo le fue
aliado fiel, hoy se ha convertido en una máquina que impone su
racionalidad a la economía real y mantiene su rentabilidad a través de
la especulación. La masa de liquidez que hoy ocupa su espacio de
paraísos fiscales rebasa los 22 billones (castellanos) de dólares. Las
prioridades de la política macroeconómica obedecen a los mandatos del
capital financiero, mientras el desempleo y subempleo son la cicatriz de
estas políticas. El deterioro de los servicios de salud y educación en
la mayoría de los países desarrollados es un hecho bien documentado.
Finalmente, todo esto se acompaña de un proceso destructivo en todas las
dimensiones del medio ambiente. Cambio climático fuera de control,
pérdida de biodiversidad, erosión de suelos y contaminación de acuíferos
son sólo algunos de los aspectos más claros de este deterioro que hoy es
una amenaza para toda la humanidad.
¿Cómo leer este proceso de ruina del capitalismo? Una posible respuesta
es ver en esto el fracaso de una forma particular de capitalismo, el
neoliberalismo, pero no del proyecto histórico planteado por el capital.
Todo esto exige un análisis más cuidadoso de lo que constituye el
neoliberalismo.
En la década de los 30 los economistas ultraliberales Ludwig von Mises y
Friedrich Hayek buscaron inyectar nueva energía a la ideología de un
liberalismo que no había sabido qué hacer con el ascenso del fascismo,
que no estaba resolviendo los problemas económicos de su tiempo y que,
además, veía en la teoría macroeconómica de Keynes una amenaza. Usaron toda la superchería de la ideología del mercado libre para lograrlo. El
resultado fue un adefesio que el marxista Max Adler calificó por vez
primera de neoliberalismo.
Tal como lo describieron Von Mises y Hayek, el nuevo sistema era la
esencia del capital. En su mediocridad como economistas, estos autores
develaron la esencia de la economía política burguesa y enseñaron la
esencia del capital. Su actividad panfletaria sentó las bases de lo que
después sería la agenda neoliberal en teoría económica y en política:
privatizar todo, desregular la vida económica y dejar actuar a las
fuerzas del mercado. En pocas palabras, en el neoliberalismo no
encontramos una excrecencia del capitalismo, sino la expresión más pura
de su esencia. Y desde esa perspectiva, la ruina del neoliberalismo es
efectivamente el fracaso del capital.
El fracaso significa que el proyecto histórico del capital se ha agotado
y hoy está en decadencia. A finales del siglo XVIII Hegel escribía: “Una
época se termina cuando hace realidad su propio concepto”. Parafraseando
esta idea, se podría decir que en este momento la esencia de la época
del capital se ha hecho realidad concreta en todas sus especificaciones
en y a través del neoliberalismo. Así se expresa en toda su objetividad
el potencial esencial del capitalismo: en las especificaciones del
neoliberalismo se concretiza el proyecto histórico del capital en su
versión real más acabada. En consecuencia, con el fracaso del
neoliberalismo hemos llegado al acabamiento del capital y a la
terminación de su época.
Pero esto no es un punto de reposo. La fase crepuscular del capital
durará todavía muchos años, pero serán años de grandes sacudidas
políticas y sociales, dado que las contradicciones del capital
explotarán en crisis prolongadas. La esencia de la nueva época ya no
será el capital, sino la lucha por la libertad y la justicia.
Artículo publicado el 4 de diciembre de 2019.
Se reproduce como homenaje al articulista, fallecido el pasado 17 de marzo