No digas que fué un sueño
15 gener 2017 | Categories: ciutadania, drets econòmics i socials, economía crítica, Internacional, mercat laboral, neoliberalisme, Serveis públics, Unió Europea |
Roger Fernández Urbano. Investigador doctorando políticas del estado de bienestar European University Institute
Cuando el año pasado aterricé en Copenhague, recuerdo ver el cartel publicitario de una famosa marca de bebidas alcohólicas danesas que decía: ‘Bienvenido al país más feliz del Mundo’. En efecto, en prácticamente todos los rankings de bienestar y felicidad que existen, Dinamarca suele estar en los niveles más altos. De hecho, no sólo Dinamarca sino también otros estados escandinavos que tradicionalmente comparten unas características comunes por lo que hace a altos niveles de prestaciones y protecciones sociales. Esto les ha valido la corona de ser considerados los Estados del Bienestar más desarrollados del Mundo; envidiados y objetos de constante estudio.
Una de las políticas danesas más ampliamente estudiadas al respecto han sido las políticas activas de ocupación. Éstas, consideradas como el eje central de su modelo flexiseguridad, han sido propuestas como modelo a seguir por organizaciones internacionales como la OCDE y otras europeas como la Comisión Europea. Su teórica protección del trabajador desempleado con altos subsidios de desempleo y su incentivación a través de programas individualizados de reinserción laboral basados en los conocimientos, aptitudes y habilidades de éste, hacen que haya un flujo más rápido, eficiente y sostenible en el mercado laboral que cuando el trabajador y el empresario lidian con políticas de carácter más pasivo (por ejemplo, subsidios de desempleo sin ningún programa público de formación o practicas).
De hecho, las políticas activas de ocupación ya habían empezado a usarse en Suecia después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se construyeron los pilares de su actual Estado del Bienestar. El Estado promovió programas de activación de forma voluntaria y no condicional al recibo del subsidio de desempleo que tenían como objetivo principal la integración social. En definitiva, las políticas activas de ocupación procuraron, tanto en Suecia como en Dinamarca (cuando empezó a aplicarlas a finales de los 80s hasta principios de los 90s), poderosas herramientas para la construcción de un Estado socialmente responsable.
Sin embargo, el proceso de neoliberalización en la que muchos países europeos se han visto sometidos sobretodo desde los años 90s, fue introduciéndose también en los países escandinavos. Aunque por razones de espacio, no entraremos a discutir las diferentes teorías que intentan explicar éste proceso, las consecuencias que éste ha tenido han sido notables. Cuando hice mis entrevistas en Dinamarca a las personas que estaban trabajando en los centros públicos de empleo que tratan diariamente con el desempleado, me sorprendió el contraste de las excelencias que decían la documentación oficial y otros artículos de sus políticas activas de ocupación con la realidad. Especialmente, los trabajadores más seniors de estos centros son los que me explicaron el gran cambio en la forma de entender la ‘activación’ de los desempleados.
Aunque todavía conservan una autonomía notable en comisionar nuevos proyectos de cooperación con empresas locales para la contratación de desempleados, las consecuencias del cambio de paradigma en la forma de trabajar para el personal de los servicios públicos de empleo han sido sustanciales. En este sentido, se les forzaba a dedicar menos tiempo a hacer planes personalizados a los desempleados para que puedan devolver al mercado laboral la mayor cantidad posible de éstos en el corto plazo. De hecho, ahora se les obliga a competir con otras oficinas danesas en rankings teniendo penalizaciones financieras a las que se quedan en las últimas posiciones. En este sentido, y para ser más eficientes, ahora les dicen qué preguntas tienen que hacer, cómo las tienen que formular, y cuántos desempleados deben ver cada día. Muchos de los empleados con más años de experiencia también expusieron como ahora se les presionaba para que eliminaran por completo cualquier nexo emocional con el desempleado. Mientras antes podían hacer un análisis global de la persona, intentando comprender holísticamente todos los problemas personales que tenían, ahora ya no tienen tiempo para esto sino sólo para ofrecerles cualquier trabajo disponible independientemente de los deseos que pudiera tener el desempleado. El objetivo final es el de poder presentar, a toda costa y al corto plazo, aumentos en el nivel de población empleada y con ello los teóricos aumentos del PIB nacional.
El desempleado ha sido pues el otro gran perjudicado. No solo están obligados a aceptar cualquier trabajo que se les ofrezca (muchas veces temporal y de poca calidad) sin tener en cuenta sus conocimientos, aptitudes y habilidades, sino que pueden perder sus subsidios de desempleo si no lo hacen. Además, ha habido un discurso político contundente para ir recortando sus ayudas. Por ejemplo, en la última gran reforma de 2010 se redujo el derecho a percibir el subsidio de cuatro a dos años como también menos ventajas para los más jóvenes, los discapacitados y los inmigrantes. Estas presiones han provocado que signos de estigmatización aparezcan de nuevo hacia los desempleados, muchas veces tachados de aprovecharse del sistema.
En resumen, este proceso ha aumentado la vulnerabilidad y precarización de los desempleados, especialmente de aquellos que provienen de entornos socioeconómicos menos ventajosos. De esta forma, se esta fomentando un mercado laboral menos eficiente y menos sostenible en el largo plazo que no prioriza el bienestar de los ciudadanos.
Aunque las estructuras del Estado del Bienestar Danés han mostrado un grado notable de resistencia y resiliencia, su lenta neoliberalización en los principios y métodos que guían la implementación de políticas tan importantes como las de activación del desempleado nos hace preguntar si en un futuro próximo todavía podremos hablar de la tradicional concepción de su Estado del Bienestar. Ésta entendía que la situación de los individuos responde no sólo a su esfuerzo personal sino también a sus circunstancias económicas y sociales.
La experiencia y las formas de hacer política escandinavas que siempre habían servido para ofrecer una alternativa a las más influenciadas por el paradigma neoliberal están perdiendo sentido. Como nos decía el profesor Antón Costas, sería adecuado recordar que la justificación moral del capitalismo ha sido, históricamente, la de dar oportunidades a aquellos que más las necesitan.
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