Después de Grecia, ¿cuáles son las lecciones para la izquierda europea?

6 desembre 2015 | Categories: euro, globalització, Internacional, Portada, solidaritat, Unió Europea |

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Thomas Coutrot, Pierre Khalfa

Este artículo aparece en el libro «Europe, l’expérience grecque. Le débat stratégique», Éditions Le Croquant, diciembre de 2015.

Digámoslo sin adornos, la aceptación por el gobierno Tsipras de un nuevo memorando es una gran derrota política, no sólo para Syriza, que inmediatamente explotó, sino sobre todo para el pueblo griego y para todos los pueblos de Europa. “Las propuestas del Eurogrupo son una locura. van más allá de la severidad, hacia el deseo de venganza, la destrucción total de la soberanía nacional y la ausencia de esperanza de alivio (…) es una traición grotesca a todo lo que se suponía que el proyecto europeo iba a representar “. Así ha llamado el Nobel de Economía Paul Krugman al Acuerdo del 13 de julio. Aunque Syriza se había comprometido a restaurar la soberanía popular y a poner fin a las políticas neoliberales, aceptó unas medidas de austeridad de una violencia sin precedentes junto con la tutela del país.

Entender lo que ocurrió, evaluar las posibilidades de otros caminos y extraer lecciones para el futuro es una necesidad absoluta, so pena de poner cruz y raya a la posibilidad de una alternativa al neoliberalismo en Europa y dejar el camino libre a las fuerzas de la extrema derecha. Esto presupone de entrada abandonar el soniquete de la traición de Tsipras, pues no se trató de traición sino de estrategia.

Una ruptura en la historia de la construcción europea?

Durante seis meses, el gobierno griego negoció con el cuchillo en la garganta. La violenta reacción de las instituciones de la UE después de las victorias electorales de Syriza en enero y en especial en el referéndum de julio pareció sorprender a muchos analistas, para quienes la Unión Europea habría mostrado su verdadera cara. Sin embargo, los dos memorandos anteriores ya habían dado lugar a una catástrofe humanitaria sin que a los gobiernos de la UE y la Troika les preocupara lo más mínimo. El trato dado a Grecia, y también a otros países europeos – España, Portugal, Irlanda – muestra que la violencia de las instituciones europeas no surgió con la victoria de Syriza. El trato a los migrantes es otro ejemplo que no data de hoy.

La naturaleza de la UE y sus procedimientos ya se impuso antes de la crisis griega a otros países europeos, sobre todo en Europa del Este, cuyas poblaciones sirvieron como “laboratorios” para un «dumping» fiscal y social en todo el continente. Según lo escrito por Roger Martelli: “La Unión Europea está dominada por el liberalismo,¿”ultra “o” social “? Lo sabemos hace tiempo. No es un espacio democrático, pero ¿es el terreno por excelencia de la gobernabilidad? Hermoso descubrimiento. (…) Los líderes actuales de la Unión, es decir, los jefes de los estados nacionales ¿han decidido ir hasta el final en su lógica competitiva, desreguladora, tecnocrática y securitaria? No necesitamos esperar hasta el verano para descubrir, lo hemos visto en el referéndum de 2005 y sus consecuencias [1]. ”

En un libro escrito con motivo de las elecciones europeas de 2014, «¿Qué hacer con Europa? Desobededecer para reconstruir» [2], la Fondation Copernic y Attac señalan «la emergencia de un nuevo tipo de federalismo basado en la disciplina financiera. Con la esperanza de asegurar definitivamente la credibilidad de los Estados y de la Unión a los ojos de los mercados financieros, los líderes europeos están experimentando una nueva fórmula: un federalismo autoritario neoliberal, en el que la soberanía del Estado es a la vez puesta en común y ebtre paréntesis por un sistema de restricciones jurídicas sustraídas a la presión democrática». Tratado tras Tratado, directiva tras directiva, la UE se ha convertido en una máquina jurídica cuyo objetivo es impedir cualquier debate democrático real, para excluir de la decisión de los ciudadanos las políticas económicas y sociales y con ello frenar la soberanía popular. Las políticas económicas se reducen a aplicar un conjunto de normas, imperativos categóricos en los que las personas no tienen nada que decir. Es este edificio el que la victoria de Syriza desafió. Las instituciones y los gobiernos europeos entendieron plenamente los retos de la situación: el éxito de Syriza arruinaría treinta años de neoliberalismo en Europa y podría conducir a un contagio a través de Europa, empezando por España con Podemos. Tal como dijo sin complejos Juncker, “no puede haber una elección democrática en contra de los tratados europeos”.

La ruptura, pues, no es tanto el descubrimiento del carácter neoliberal y antidemocrática de la Unión Europea como la identificación de sus consecuencias políticas. La experiencia de las negociaciones entre Grecia y la troika mostró que no podemos esperar convencer a los representantes de la oligarquía financiera para relajar sus políticas de austeridad mediante una discusión racional de buena fe, sin imponerles un equilibrio de poder. Esta lección debe aprenderse. Por primera vez desde la Revolución Francesa, un país europeo se enfrentó a la coalición de todas las clases gobernantes de otros países – siendo reemplazados los ejércitos por las finanzas con el BCE como artillería-. Todo gobierno de izquierdas que quiera romper con las políticas neoliberales se enfrentará a la feroz oposición de los líderes de la UE. No se abrir’la posibilidad de alternativas a las políticas neoliberales sin que un país cause una grave crisis política en Europa. Y es en el calor de esta crisis política y de su contagio a otros países donde nacerá – o no – el espacio público europeo necesario para á refundación del proyecto europeo.

Una Europa alemana?

En la coalición de países europeos, Alemania, la mayor economía del continente, «da el la». ¿Se puede hablar de una Europa alemana? Frédéric Lordon tiene razón al señalar que “Alemania en este asunto nunca ha tenido un proyecto de dominación positivo, y su comportamiento nunca ha sido gobernado mś que por el pánico de que en la puesta en común de la comunidad, sean alterados los principios que le son más queridos [3] “. Pero estos principios, que son queridos por el gobierno alemán, fueron adoptados por todos los gobiernos de la zona euro, ya que se corresponden con el credo de la oligarquía financiera y son los más adecuados para asegurar su dominación. Los otros gobiernos, especialmente el francés, no estaban obligados a seguir la posición alemana. Pero en esencia la comparten, siendo los más feroces contra el pueblo griego los que habían hecho sufrir a sus pueblos una cura implacable de austeridad como los de España, Finlandia y los países de Europa del Este.

El gobierno francés tampoco se quedó atrás. Recordemos la declaración del Ministro de Finanzas Michel Sapin: «Alexis Tsipras deberá aterrizar sus tropas y Syriza poner los pies en la tierra” [4]. En un comunicado, curiosamente interpretado en Francia como “injerencia inaceptable”, el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, contó así las quejas francesas sobre las dificultades en la imposición de reformas estructurales “Francia querría que alguien obligara al Parlamento, però esto es difícil, es la democracia (…) Si usted hablara de ello con mis amigos franceses, Michel Sapin o Emmanuel Macron, tienen muchas historias que contar acerca de la dificultad de convencer a la opinión pública y al Parlamento de la necesidad de las reformas del mercado de trabajo “(16 de abril de 2015 en Washington).

Las divergencias entre los líderes franceses y alemanes que aparecieron al final del proceso de negociación fueron en gran parte una farsa. Los líderes alemanes y los más extremistas de los europeos finalmente se convencieron, después del episodio del referéndum, de que era mejor expulsar a Grecia de la zona euro, lo que habría servido como ejemplo para todos los demás países y para disciplinar la zona euro. Los líderes franceses resoplaban ante esta eventulidad a la luz de las consecuencias imprevisibles de una salida griega. Pero François Hollande y Angela Merkel coincidieron en lo sustancial: e gobierno griego tenía que capitular. El apoyo del presidente francés a Alexis Tsipras fue muy parecido a la cuerda que sujeta al ahorcado. Del mismo modo, las diferencias entre el FMI y las instituciones europeas no eran sobre las “reformas” a imponer: el FMI acababa de “salvar” a Ucrania de su insolvencia después de la cancelación y reprogramación de algunas de sus deudas, pero con bajada de pensiones, alza de la electricidad y de las tarifas de calefacción pagadas por los hogares, mayores privatizaciones …

Si las instituciones y los gobiernos europeos se han unido contra Grecia, esto no impide que existan contradicciones. Incluso pueden intensificarse. Ya las directrices del BCE se admiten con la boca pequeña por el gobierno alemán. La implementación del programa SMP [5] en 2011 ya había llevado a la dimisión de Jürgen Stark, economista jefe del BCE, y el Bundesbank se ha opuesto públicamente tanto a la OMT [6] como al programa actual de recompra de títulos públicos y privados en el mercado secundario. A principios de 2014, el Tribunal Constitucional alemán declaró contrarias a la legislación europea las políticas del BCE y remitió el caso al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que debe decidir definitivamente a finales de 2015.

El último episodio ha visto un cambio en las relaciones de poder dentro de las instituciones europeas. Ha confirmado el papel central del BCE, que ha sido el brazo armado del estrangulamiento financiero de Grecia. Pero las tensiones se han agravado entre el BCE, plenamente comprometida con la integridad de la zona del euro – de la que depende de su existencia – y algunos líderes europeos, especialmente en Alemania, dispuestos a correr el riesgo de un Grexit a pesar de las alertas británicas y estadounidenses sobre las consecuencias imprevisibles de evento. También se ha visto la modestia relativa de la Comisión y el papel protagonista desempeñado por el Eurogrupo, el organismo que reúne a los ministros de finanzas de la zona euro y que no tiene existencia legal. La reforma de la operación de la zona euro está en la agenda. En una reunión del Eurogrupo, Wolfgang Schäuble propuso reducir los poderes de la Comisión Europea y encomendar las principales decisiones de política económica a una autoridad independiente, lo que llevó a una reacción indignada del ex Presidente de la Comisión Romano Prodi, llamándole …. populista. [7].

El episodio griego, la incapacidad de la Unión para resolver la crisis migratoria, la suspensión de hecho de la zona Schengen, han mostrado unas instituciones de la UE superadas, que parecen impotentes para influir en el curso de las cosas . Miantras la mayor incertidumbre reina en el campo económico y financiero en el que la crisis podría experimentar un nuevo desarrollo, la Unión aparece debilitada, tanto en sus mecanismos de toma de decisiones como en la sustancia de las políticas. Surge una pregunta: ¿cuánto tiempo será capaz de durar así?

Grecia tuvo margen de maniobra?

SYRIZA ganó las elecciones prometiendo tanto poner fin a la austeridad como la permanencia en el euro, deseada por una gran mayoría de los griegos a pesar de la política odiosa de la Troika. Por tanto, el mandato consistió en la búsqueda de un compromiso.

Tesalónica: un programa moderado en busca de compromiso.

El programa de Syriza, llamado de Tesalónica, apostaba por su posibilidad. Era un programa relativamente moderado, keynesiano, con cuatro puntos: la renegociación de los contratos de préstamos y de la deuda pública, considerada unánimemente – en particular por el FMI – como insostenible; medidas para luchar contra la crisis humanitaria y restablecer los derechos sociales; la reconstrucción democrática del Estado, incluida la lucha contra la corrupción y la evasión fiscal; y un plan de reconstrucción productiva: detener las privatizaciones y una política industrial guiada por criterios sociales y ecológicos.

Sin embargo, incluso un programa modesto como éste, a través de sus aspectos redistributivos y sociales, levantaba acta del fracaso de las políticas de austeridad económica, entrando así en conflicto frontal con el orden neoliberal pacientemente construido durante los últimos treinta años. La tarea del gobierno griego se anunciaba, pues, ardua, aun cuando el débil peso económico de Grecia (2% del PIB de la zona euro), y el bajo impacto sistémico en Europea de un posible colapso de sus bancos, en un contexto de la política monetaria acomodaticia [8] del BCE, podrían sugerir que la salida de Grecia de la zona euro sería bastante manejable. La imposición a los gobiernos de un compromiso cuyo objetivo era la capitulación griega, ya sea dentro o fuera de la zona euro, no parecía muy difícil, tanto más cuánto los movimientos sociales europeos no lograron influir en sus gobiernos ni en las instituciones europeas.

El gobierno griego no tenia ningún margen de maniobra? Ciertamente, cualquier compromiso se remite a las relaciones de poder, y en las negociaciones el cuadro fue particularmente desequilibrado. Pero teniendo en cuenta la estrategia de estrangulamiento financiero implementada por los eurócratas, el gobierno griego se mantuvo a la espera.

Aflojar el tornillo financiero

El estrangulamiento fue gradual, pero marcado por varios momentos clave. Uno de los más importantes tuvo lugar a principios de febrero, pocos días después de la victoria de Syriza. El BCE anunció que dejaba de aceptar bonos griegos como garantía (colateral) de las operaciones de refinanciación de los bancos griegos. Estos sin duda pueden seguir beneficiándose del acceso a la liquidez de emergencia (ELA), pero a una tasa de interés mucho más alta, y dependiendo del estado de ánimo del BCE [9]. Además, este se niega a liberar 1.900.000.000 correspondientes a los intereses que ha cosechado en los valores griegos que posee. [10] Frente a estos actos de intimidación financiera, el Gobierno griego no ha reaccionado.

Para hacer frente a la escasez de liquidez orquestada por la fuga de capitales y la decisión del BCE, además de los controles de capital, una medida defendida por muchos economistas podría haber sido tomada: la creación de un medio de pago complementario o IOU («I owe you»), una «moneda» cuyo valor estaría garantizado por los ingresos fiscales. Ello “permitiría abordar varios retos a corto plazo: reactivar la economía local, la financiación básica de los servicios públicos, y reducir la deuda a corto plazo (” la deuda flotante”) sin recurrir a los mercados financieros para financiarla “[ 11]. Estando su convertibilidad a la par con el euro garantizada, tal dispositivo es similar, de hecho, a un préstamo a corto plazo que los ciudadanosnos conceden a su gobierno. [12] En la situación griega, sería un gesto tanto político como económico.

La “red” de esta moneda se podría extender a la agricultura, la producción de mercancías pequeñas y todo circuito de distribución dispuesto a cooperar en una resistencia política y social a los dictados del BCE. Su lógica no es para mejorar la competitividad de las exportaciones, sino para maximizar las relaciones económicas internas en el país en base a la movilización popular y la expansión de las formas de auto-organización y solidaridad, expresando también una forma de vivir y producir de otra manera.

El gobierno griego habría podido entonces adoptar el siguiente discurso: “estamos comprometidos con el proyecto europeo y queremos permanecer en el euro, pero usted nos estrangula para impedirnos evitar la austeridad; no vamos a dejarnos hacer esto y por eso estamos tomando estas medidas”. Tal discurso habría tenido el consentimiento del pueblo griego, encontrado una amplia simpatía entre otros pueblos europeos y fortaleciendo significativamente la posición de Tsipras en las negociaciones.

Los controles de capital y la moratoria de la deuda

Otras dos medidas unilaterales se podrían haber puesto en práctica para aflojar el tornillo financiero. En primer lugar, por supuesto, los controles de capital. 25 mil millones de euros se retiraron de los bancos griegos entre diciembre 2014 y febrero 2015 [13]. Para prevenir este sangrado, que ha continuado y que puso de rodillas a los bancos griegos, los controles de capital eran esenciales.

Sin embargo, el gobierno griego esperó a que el BCE le obligara a establecerlos de manera traumática a finales de junio, cuando bloqueó el suministro de liquidez y obligó al cierre de sucursales bancarias.

Es cierto que los controles de capital son contrarios a los tratados europeos, donde el principio de libre circulación de capitales es central. Pero se permite una excepción por “motivos relacionados con el orden público o la seguridad pública.” Por lo tanto, Grecia se podría jaber apoyado en el precedente de Chipre en marzo de 2013, cuando la crisis financiera afectó a ese país; las restricciones no fueron completamente levantada hasta abril de 2015. El BCE y la Comisión lo aceptaron debido a que el rescate bancario de Chipre propuesto por el FMI y el Eurogrupo hacía contribuir a los depositantes, lo que habían dado lugar a retiradas masivas por parte de personas físicas y empresas. Este control de capitales se acompañó de un feroz plan de ajuste estructural. El mismo Jeroen Dijsselbloem, presidente muy liberal del Eurogrupo, había planteado la posibilidad de un control de capitales el 18 de marzo de 2015 en la radio holandesa BNR. El Gobierno griego le podría haber tomado la palabra, añadiendo que estaría dispuesto a levantar los controles cuando terminara el estrangulamiento del país.

La segunda medida se refiere a la deuda. [14] En general, un Estado realmente nunca paga su deuda: cuando los valores caducan, se toma prestado de nuevo en los mercados financieros. Pero Grecia, que no tiene acceso a los mercados de capitales, está obligada no sólo a pagar los intereses de su deuda, sino también a pagar el principal. Es por esto que los líderes europeos exigen a este país un fuerte superávit presupuestario primario (excluyendo los pagos de intereses de la deuda) para pagar con sus recursos propios la totalidad o parte del principal. Entre agosto de 2014 y junio de 2015, Grecia ha pagado 17 millones de euros a sus acreedores sin recibir un euro de nuevos créditos. La carga de la deuda es un obstáculo para cualquier política progresista en el país. Pero los gobiernos europeos han negado cualquier renegociación de esta carga, mientras que casi todos los economistas, incluido el FMI, indican que esta deuda no se puede pagar. En esta situación, el gobierno griego podría haber decidido unilateralmente una moratoria en el pago de la totalidad o parte de la deuda para el 2015, añadiendo que estaba dispuesto a negociar en interés de todas las partes.

Una vía estrecha

La elección, pues, no era binaria entre la salida del euro o la capitulación. Una tercera opción habría sido posible combinando las negociaciones y la confrontación con la adopción de medidas unilaterales por parte del gobierno griego. Si Tsipras y su gente se negaron a considerar siquiera esas medidas – mientras que Yanis Varoufakis sugirió algunas fines de junio – es que tenían miedo de ser arrastrados a una lógica de salida del euro, que vieron como el desastre absoluto. Pero incluso si ese fuera el caso, nadie está obligado a mantener el poder para llevar a cabo una política que rechazó.

Parece que en última instancia, el objetivo de permanecer en el euro ha prevalecido sobre todos los demás. A partir de ese momento, el gobierno griego no podía hacer más que retroceder. Todas las líneas rojas que se había propuesto a sí mismo – en la reforma de las pensiones, en el IVA, en las privatizaciones – se fueron borrando una tras otra en la desesperada búsqueda de un acuerdo. Peor aún, la amenaza de la expulsión de Grecia de la zona euro podía entonces ser utilizado por los más decididos de los líderes europeos, en particular los alemanes, como medio final de chantaje contra Grecia. De medio potencial de influencia para Grecia, Grexit se convirtió en un medio de presión sobre Grecia.

¿Qué estrategia de ruptura?

La Unión Europea es una camisa de fuerza para el pueblo. Cómo liberar un espacio encadenado por los tratados y directivas que ha generado? Es la salida del euro la condición necesaria, antes de cualquier proceso de ruptura con el neoliberalismo?

El campo estratégico europeo

Grecia ha tenido que hacer frente a la coalición de todos los Estados europeos y las instituciones europeas. Enfrente, los movimientos populares de apoyo al pueblo griego fueron limitados y no pudieron influir en el curso de los acontecimientos. El pueblo griego se quedó aislado. Esto se relaciona con la incapacidad actual de construir un movimiento social europeo capaz de actuar como una fuerza unificada en contra de las instituciones europeas. La desaparición del Foro Social Europeo, la debilidad del proceso que lo reemplazó (Altersummit), la integración orgánica de la socialdemocracia europea en las instituciones de la Unión Europea, la deficiencia total de este gigante con los pies de barro que es la Confederación Europea de Sindicatos, el carácter fragmentado de las protestas europeas [15] han impedido el surgimiento de un contrapoder a nivel europeo, a pesar de que las políticas se deciden principalmente a este nivel [16 ]. Para algunos, esto se explica por la inexistencia del pueblo europeo. Siendo así, entonces sería lógico que no se pueda construir un movimiento social a nivel europeo y que, en particular, no se haya desarrollado el movimiento de solidaridad con Grecia.

Este argumento es curioso por varias razones. En primer lugar hay que tener en cuenta que han existido movimientos poderosos en el mundo sin que se pueda hablar de “pueblo global”. Durante la guerra de Vietnam, por ejemplo, el movimiento internacional de solidaridad con el pueblo vietnamita fue un factor que contribuyó al fracaso de la respuesta de Estados Unidos. Más recientemente, el movimiento contra la globalización ha sido capaz de movilizaciones importantes, especialmente contra el G20 y contra la intervención estadounidense en Irak. La ausencia de los movimientos sociales en un país significaría la no existencia de la gente de este país?

Pero es sobre toso la manera de plantear la cuestión del pueblo europeo la que es insuficiente en este enfoque. [17] La incapacidad de un pueblo europeo generalmente se argumenta por la existencia de diferencias culturales irreductibles entre los países europeos. No hay pueblo europeo, no es posible la construcción de Europa. La formación de una comunidad política estaría condicionada a la existencia de un sustrato cultural común.

Sin embargo, el ejemplo de los Estados Unidos, país de inmigración en el que muchas comunidades culturales conviven en referencia a un grupo nacional, muestra que esta condición no es esencial. Por el contrario, es el deseo de ser parte de una comunidad política, simbolizado por la Constitución de Estados Unidos, lo que establece la unidad de este país. El caso canadiense es aún más esclarecedor, pues allí no existe la unidad lingüística y cultural, con provincias de habla inglesa, Québec de habla francesa, y los muchos pueblos indígenas. [18] El “pueblo” no es una entidad inmutable caída del cielo, sino una construcción histórica vinculados a las luchas comunes. Los franceses, por ejemplo – y ello es cierto para todos los pueblos – no hemos existido desde toda la eternidad, desde “nuestros antepasados ​​los galos”! Se ha creado poco a poco en la conflictividad, en la construcción de los valores e intereses comunes, un destino compartido, con el acontecimiento fundador de la Revolución Francesa.

El diagnóstico del imposible “pueblo europeo” es el reflejo en espejo, igualmente inepto, de la utopía de los federalistas europeos, de convertir a Europa en la simple transposición a escala continental del Estado-nación unificado. Esta aproximación unitarista del marco político deja totalmente de lado un nuevo hecho histórico: la construcción en Europa de un nuevo sujeto político que no es la calcomanía a una escala más grande del estado-nación y que no lo elimina.

Pueblo europeo o el espacio público?

Deplorar la ausencia de un pueblo europeo deja de lado los desafíos reales, que son más bien en el lado de la falta de un espacio público europeo, es decir de un debate público que sea a la vez europeo. Pero igual que un pueblo, un espacio público no se da a priori: se desprende de la historia, y puede desintegrarse o reforzarse según los lazos de interdependencia simbólica o material que se creeen o no entre los ciudadanos de los diversos espacios políticos nacionales.

En el contexto actual de desigualdad y descomposición social impuesto en todas partes por el capitalismo neoliberal y las élites transnacionales, las tendencias explosión de los Estados-nación (Reino Unido, Bélgica, España, Italia …) se refuerzan en la Europa occidental, después de la desintegración soviética y de los Balcanes y ahora con la ruina de múltiples estados postcoloniales (Oriente Medio, África …). Ante la devastación que impone la globalización del capital, el aislacionismo fundamentalista, xenófobo, islamófobo y nacionalista, se generaliza. Crece la posibilidad de un colapso de la zona euro y de la UE, objetos de un odio popular justificado en muchos países, especialmente en el sur de Europa y Francia. Pero es esencial que este probable estallido lleve a una refundación democrática, y no a un fraccionamiento y rivalidades cuyos terribles peligros nos ha enseñado la historia reciente.

La construcción de un espacio público europeo es una tarea histórica, que el proceso tecnocrático y neoliberal de construcción europea a creído poderse saltar. Pero hoy en día ello es absolutamente necesario para emprender una refundación democrática del propio proyecto europeo, indispensable para la construcción de una cooperación mundial sin la cual la humanidad no va a resolver los problemas vitales de la desigualdad, la migración y el cambio climático . No seremos capaces de construir este espacio público sino con debates y conflictos a este nivel, y construyendo movilizaciones europeas.

Las dificultades actuales en el cambio de las relaciones de poder a nivel europeo refuerzan la tentación de abandonar el campo europeo. El ejemplo de Grecia nos recuerda que una ruptura a nivel nacional puede fracasar por la falta de apoyo de otros países.

La existencia de un espacio público europeo, la construcción de un movimiento social capaz de hacer de contrapeso a las instituciones europeas, son decisivos, aunque la experiencia sabemos que no será fácil.

El auge de los movimientos sociales a nivel europeo es un punto clave, pero en sí mismos no podrán desencadenar una refundación de la construcción europea. Sin cambio de política, las victorias parciales es probable que permanezcan sin futuro. Abrir una crisis política en Europa es la condición necesaria para acelerar la creación de un espacio público europeo y para revivir la esperanza de una construcción diferente. Pero los ritmos políticos todavía difieren mucho de un país a otro: el cambio no será simultáneo però comenzará necesariamente en uno (o unos pocos) países. La crisis estallará si un país o grupo de países pioneros deciden unilateralmente romper con las políticas neoliberales. ¿Cómo puede ocurrir una tal ruptura?

La salida del euro, un requisito previo para la ruptura?

Seamos realistas, si la alternativa se redujera a elegir entre abandonar el euro y la aplicación de políticas neoliberales, no habría ninguna duda. Una salida del euro no sería ciertamente sin dolor, pero su impacto debe ser comparado con una situación que está empeorando año tras año, con las políticas de austeridad que, cada vez más duras, en el caso de Grecia han llevado a un desastre económico y humanitario.

Pero debemos rechazar las dos ideas frecuentemente esgrimidos por los defensores de la salida del euro. La primera es que puede haber una salida ordenada de la zona del euro, sobre la base de negociación y el compromiso con las instituciones europeas. [19] Si los líderes europeos quisieran un compromiso, podrían haberlo encontrado sin tomar los riesgos que conlleva la salida del euro. Al contrario, su objetivo es doblar cualquier gobierno que quiera romper con el discurso neoliberal, y no facilitar su éxito mediante una salida ordenada del euro. Permitir una suave salida de un país de la zona euro apoyaría la idea de que hay vida después de la austeridad y después del euro. La salida sólo puede ser de confrontación.

La segunda idea es que la salida del euro podría ser indolora o casi. En el caso de Grecia, Frédéric Lordon, que es partidario de ello, señala que “hay que tener la honestidad de reconocer que entre dificultades logísticas del reasentamiento de la dracma, imperfecciones en la implementación de los controles de capital, superdevaluation de hecho, inmediatez de la inflación importada, tiempo de respuesta de las exportaciones, etc., un proceso de salida comenzaría con una fase un poco caótica, y la estabilización y la materialización de los beneficios, requerirían al menos doce o probablemente dieciocho meses [20] “. Se puede añadir a esta lista el hecho de que una devaluación monetaria masiva empobrecería aún más a los griegos y que el dracma sería inmediatamente sujeto de la especulación financiera. El riesgo sería entrar en un ciclo de devaluación-inflación-devaluación mantenido por la especulación contra la moneda. Además, por causa del “tiempo de la respuesta a la exportación”, daría lgar a a un creciente déficit comercial, ya que el posible crecimiento de las exportaciones no compensaría el aumento de los precios de importación. De hecho, el equilibrio actual del comercio exterior griego se ha logrado por disminución de las importaciones causada por la recesión. Si una devaluación mejora temporalmente competitividad de los precios, no resolverá uno de los grandes problemas de Grecia, el de una estructura de la oferta de bienes y servicios particularmente inapropiada. [21]

Por el contrario, la supresión total o parcial de la deuda, que debería acompañar el retorno a las monedas nacionales restauraría el margen de maniobra fiscal. Esto permitiría por otra parte usar la creación monetaria para financiar la recuperación económica del país y comprometerlo a la transición energética. Pero el déficit comercial continuaría, sin embargo, y la entrada de los capitales externos necesarios daría un arma importante a los mercados financieros.

La salida del euro no sería, por tanto, ni el desastre absoluto deseado o temido por algunos, ni el camino ideal anunciado por otros. Pero sus beneficios serían aleatorios e intervendrían probablemente dos o tres años más tarde. Aunque Grecia es un caso especial, con su economía destruida por unos monstruosos cinco años de austeridad, más o menos, este análisis se puede aplicar a muchos países, entre ellos Francia.

Pero el problema es al menos tan político como económico. En muchos países, entre ellos Francia, la gran mayoría de la población se opone a una salida de la zona euro, así como se asiste a un rechazo masivo de las políticas de austeridad. [22] ¿Cómo construir una mayoría política? El objetivo declarado debe aer la salida del euro, o más bien las alternativas concretas a la austeridad [23]? Y cómo pelear la batalla de la opinión pública en Europa si se cierra inmediatamente la puerta de la zona del euro, mientras que una expulsión conflictiva orquestada por las instituciones para castigar a un gobierno fiel a sus promesas de campaña, podría desencadenar una dinámica popular de solidaridad europea más probablemente que una salida fríamente reivindicada?

La lección griega es que para romper con las políticas neoliberales, hay que arriesgarse a la expulsión de la zona euro. Inicialmente, la mayoría de las medidas que deben adoptarse por un gobierno para implementar la transformación social y ecológica no necesitan en sí mismas una salida del euro. Pero algunas pueden estar en contradicción con los tratados europeos como el Pacto de Estabilidad y el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza (TECG) de la zona del euro. También es probable que la llegada al gobierno de un partido o una coalición de izquierda radical pueda conducir a un aumento de las tasas de interés de la deuda pública y a que el BCE no intervenga para detener la especulación financiera, con la esperanza de llevar al país al borde del desastre.

Un gobierno de izquierdas debería, pues, tomar medidas unilaterales para sacar las finanzas públicas de las garras de los mercados financieros. Para financiar la conversión ecológica de la economía, sería posible reconstruir un “circuito del Tesoro” por el que el Ministerio de Hacienda financió en gran parte la reconstrucción de Francia en los años 1945-1970, mediante la centralización de la tesorería de las instituciones públicas y los bancos y la imposición de un “suelo de letras del tesoro” para los bancos privados. [24] Más allá de tal o cual medida concreta [25], se trataría básicamente de poner en marcha un proceso de desobediencia a los Tratados y las directivas europeas y participar en un enfrentamiento con las instituciones europeas.

El resultado de este enfrentamiento no se da por adelantado. Aunque en el Tratado de Lisboa hay ninguna disposición que permita excluir a un país de la zona del euro, la expulsión del país “rebelde” sería posible. Grecia fue amenazado explícitamente. Pero si las consecuencias de Grexit pueden parecer manejables por las instituciones europeas, sería muy diferente en el caso de España, por no hablar de Francia. Una política decidida de desobediencia a los Tratados, con apoyo popular en el país y también en otros- las medidas adoptadas serían en nombre de otra concepción de Europa – podría aumentar significativamente las contradicciones mencionadas anteriormente. La desobediencia puede ser diseñada y popularizada, no como el comienzo de una explosión de la solidaridad europea, sino más bien como una herramienta para acelerar el surgimiento de una comunidad política europea. Romper con Europa tal como es para refundar “otra Europa”, es la perspectiva que defendemos, incluso partiendo de un solo país. En la zona euro si es posible, fuera si es necesario. Pero en nombre de los intereses de los pueblos de Europa y del mundo.

La versión original en francés de este artículo está en la web de ATTAC France:

https://france.attac.org/nos-publications/les-possibles/numero-8-automne-2015/dossier-questions-strategiques-apres-le-coup-d-etat-contre-la-grece/article/apres-la-grece-quelles-lecons-pour-la-gauche-europeenne

Notas

[1] Roger Martelli, « La nation contre l’Europe, ou la tentation du grand contournement », 25 août 2015.

[2] Fondation Copernic/Attac, Que faire de l’Europe ? Désobéir pour reconstruire, Éditions LLL, avril 2014.

[3] Frédéric Lordon, « La gauche, l’euro : liquider, reconstruire », 18 juillet 2015.

[4] Le Monde daté des 29 et 30 mars 2015.

[5] Le SMP, Securities Markets Programme, a permis à la BCE d’acheter sur le marché secondaire 217 milliards d’euros d’obligations d’État entre mai 2010 et début 2012.

[6] Le programme OMT, Outright Monetary Transactions, programme de rachat illimité d’obligations souveraines, n’a pas encore été activé par la BCE.

[7] Romano Prodi, « Ne laissons pas l’Allemagne dénaturer le projet européen », Le Monde, 14 août 2015.

[8] Avec son programme dit de Quantitative Easing (QE, « assouplissement monétaire »), la BCE vise à acheter 60 milliards d’euros de titres par mois (dont les deux tiers seront des obligations d’État) de mars 2015 à septembre 2016, soit en tout 1140 milliards.

[9] Au moment de l’annonce du référendum, la BCE a refusé d’augmenter le plafond de l’ELA, précipitant la fermeture des banques par le gouvernement.

[10] La Grèce avait obtenu depuis mars 2012 que les profits réalisés par la BCE sur les obligations d’État lui soient reversés.

[11] Bruno Théret, Wojtek Kalinowski, Thomas Coutrot, « L’euro-drachme, ballon d’oxygène pour la Grèce », Libération, 15 mars 2015.

[12] Il ne s’agit donc pas dans ce cas d’une sortie de la Grèce de la zone euro suivie d’une dévaluation de la nouvelle monnaie.

[13] Le Monde daté du 5-6 avril 2015.

[14] Pour plus de développements sur la dette grecque, voir La vérité sur la dette grecque. Rapport de la Commission pour la vérité sur la dette publique grecque, Éditions LLL, 2015.

[15] De nombreuses mobilisations citoyennes, souvent innovantes, sur des terrains divers, existent dans nombre de pays européens, mais elles ne forment pas réellement un mouvement social européen capable de transformer les rapports de forces globaux.

[16] Voir Pierre Khalfa, « À la recherche du mouvement social européen », revue Savoir/Agir, n° 23.

[17] Nous reprenons ici les arguments que nous avions développés dans le livre Attac/Fondation Copernic, Que faire de l’Europe ? Désobéir pour reconstruire, Éditions LLL, avril 2014.

[18] Voir Bruno Théret, « Le fédéralisme canadien : un modèle pour l’Union européenne ? », in Gérard Boismenu et Isabelle Petit (dir.), L’Europe qui se fait, Regards croisés sur un parcours inachevé, Éditions de la Maison des sciences de l’homme, Les Presses de l’Université de Montréal, 2008.

[19] C’est la position que défendait encore au mois de février Costas Lapavistas, un des économistes de la plate-forme de gauche de Syriza, Grèce. « Grèce. La deuxième phase et les défis de la sortie de la zone euro (I) » et (II).

[20] Frédéric Lordon, « L’alternative de Syriza : passer sous la table ou la renverser ».

[21] Pour une analyse de l’économie grecque, voir Michel Husson, « Grèce : une économie dépendante et rentière ».

[22] En France, le sondage réalisé le 7 juillet 2015, soit quelques jours après le référendum grec, par Odoxa pour Le Parisien Aujourd’hui en France indique que 67 % des personnes interrogées sont opposées à une sortie de la France de la zone euro (82 % des sympathisants de gauche). Le même sondage indique que seulement 24 % des personnes interrogées pensent que les politiques d’austérité sont le seul moyen de sortir de la crise économique.

[23] Vouloir construire une majorité politique sur la sortie de l’euro peut amener à des dérives inquiétantes comme dans le cas de Jacques Sapir qui prône pour cela une alliance avec le Front national.

[24] Benjamin Lemoine, « Dette publique : le débat confisqué. Pourquoi la France emprunte-t-elle sur les marchés ? » , février 2103.

[25] Pour plus de développements voir Attac/Fondation Copernic, Que faire de l’Europe ? Désobéir pour reconstruire, Editions LLL, avril 2014.

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