El adversario ausente
20 juliol 2010 | Categories: movilitzacions, Portada, Serveis públics |
Albert Recio – Consejo Científico de ATTAC España
Lo formulaba el Roto con uno de sus sintéticas reflexiones: “Fracasa el capitalismo y se hunde la izquierda, ¿Hay quién lo entienda?”. Hay sin duda muchas razones para explicar esta aparente contradicción. Sólo me centraré en lo que me parece más obvio: la inexistencia de un discurso político que realmente cuestione el marco social dominante. Un marco referencial sin el cual es difícil que las resistencias, el malestar, las demandas sociales insatisfechas puedan traducirse en un verdadero movimiento alternativo.
Los discursos que emplean la mayoría de activistas se debaten entre la propuesta de un modelo de crecimiento diferente (tal es el contenido del nuevo manifiesto elaborado por las direcciones de CC.OO. y UGT), la apelación abstracta a la inviabilidad del capitalismo que explicitan los sectores más radicales, o la simple formulación de propuestas parciales como respuesta a la crisis (como la que formulan los partidarios de la renta básica). A mi entender ninguna de ellas resulta demasiado operativa para generar lo que requiere un proceso movilizador: ideas de fondo, proyectos de transformación que sitúen un horizonte de reorganización deseable, por un lado, y propuestas de acción a corto plazo en las que pueda avanzarse cambios o cuando menos generar un espacio de confrontación frente a las propuestas neoliberales, por otro. Sin duda pesa la no asumida crisis del “socialismo real”, y pesa también la pluralidad de pensamientos alternativos de la izquierda (el postmodernismo no ha sido sólo una cuestión de los intelectuales de derechas si nos atenemos a la dispersión de planteamientos que confluyen en los movimientos sociales). Y pesa mucho (especialmente en los movimientos sociales más tradicionales) la hegemonía neoliberal ampliamente propagada por los medios de comunicación y buena parte de la academia. Sin generar un espacio referencial alternativo, compartido, es difícil que se acaben por desarrollar movimientos sociales de largo alcance y que el neoliberalismo tenga que hacer frente a una verdadera presión de cambio.
Y ello es más urgente cuando se constata la pluralidad de “crisis” o “graves cuestiones sociales” a las que tenemos que hacer frente y a los que resulta evidente que las respuestas neoliberales son del todo punto inadecuadas. Desde la perspectiva del análisis económico crítico detectamos la superposición de tres grandes vías de fractura. En primer lugar la que podríamos llamar económica convencional, cuyo reflejo es el desempleo, la precarización social, la inseguridad económica para amplios sectores de la población, etc. La segunda es la crisis ambiental, generada por el propio modelo de producción-consumo y cuya gravedad crece a diario (con efectos también en términos de desigualdad). Y la tercera es la crisis social o de los cuidados que se traduce en la persistente desigualdad de género (especialmente en términos de carga de trabajo entre hombres y mujeres, pero también en términos de desigualdades salariales, de poder etc.) y que está asimismo relacionada con la incapacidad de la esfera capitalista de reproducirse por sí misma y de ofrecer condiciones laborales (por ejemplo en la cuestión de los tiempos) que permitan a todas las personas gestionar una vida social plena. Unas crisis que sólo pueden resolverse cambiando el marco organizativo y los objetivos de la actividad económica. Y que es lo que exige construir un marco cultural alternativo donde las apelaciones al crecimiento, la competitividad, la rentabilidad sean substituidos por la necesidad de garantizar la cobertura de necesidades básicas, la sostenibilidad económica y social, la seguridad económica a todo el mundo, la democracia social, el igualitarismo, la cooperación humana. Un marco que exige no sólo defender valores sino también pensar y defender formas de organización social adecuadas a estos objetivos, que exige reformular las viejas demandas socialistas teniendo en cuenta todo lo aprendido de propuestas fallidas de “socialismo real” (más bien de proyectos burocráticos protosocialistas), de patriarcado y desigualdades de género, de ecologismo y sostenibilidad, de experiencias de participación social, de cooperativismo…
Contar con un proyecto alternativo no basta. Es necesario también desarrollar un espacio de reivindicaciones concretas específicas que avancen en esta dirección. Éstas están ya presentes en muchas de las luchas actuales, pero requieren una cierta puesta en común y una clara confrontación con las políticas de reestructuración en marcha. Hay que insistir en el fracaso real de las propuestas neoliberales y proponer una línea alternativa. A corto plazo me parece evidente que el fortalecimiento del sector público constituye el eje sobre el que pueden pivotar muchas de las demandas. Y ahí no sólo hay buenas razones ideológicas sino también la evidencia empírica de cuales son las sociedades existentes que mejor garantizan derechos sociales. En un país como España, con poco peso de lo público (en términos de impuestos y de gasto), ésta debería ser un campo de demanda y reflexión esencial.
Defender lo público no significa ni apostar por el estatismo ni ignorar los peligros de las burocracias públicas. Supone también desarrollar buenas propuestas de gestión democrática de lo público, de nuevas formas de participación y control social. Pero es la vía más clara de confrontación con un proyecto neoliberal que descansa en el uso sostenido de la acción del Estado en beneficio propio.
Vamos siendo derrotados desde que se inició la crisis. El programa neoliberal sigue marcando el ritmo de las políticas. Aunque augura pocos éxitos en cuestiones sustantivas. Por esto existe una oportunidad de respuesta en clave tanto de proyectos de transformación radical como de políticas concretas. Pero para que éstas se encarnen hace falta ganas de hacerlo, generación de organización y voluntad de trabajo unitario. Todos tenemos responsabilidad en que no se ahonde la grave crisis social, pero es obvio que son las organizaciones más consolidadas (IU, ICV, sindicatos, etc.) quienes deben abrir las posibilidades para que ello sea, cuando menos, posible de intentar.
Artículo publicado en Mientras tanto electrónico.